Seguir aplazando las necesarias y conocidas decisiones estratégicas es suicida, cuando se necesitan reformas radicales para las que apenas si queda tiempo. Al menos, eso dice, con acierto, Mario Draghi en su reciente e imprescindible informe sobre el futuro de la competitividad europea: ninguno, salvo que adoptemos medidas rápidas y audaces. Un informe que desmonta las mentiras del discurso xenófobo y nacionalista de la extrema derecha europea: ni la inmigración es uno de nuestros principales problemas, ni la solución es más nación y menos UE, como quieren nuestros enemigos exteriores para debilitarnos.
Hace meses que venimos conociendo el diagnóstico: el centro de interés del mundo se ha desplazado a Asia, con China disputándole el liderazgo y el modelo a EE UU; la clave del poder económico y social se ha transferido a los microchips y la inteligencia artificial; conseguir eliminar la dependencia de las energías fósiles marcará una ventaja competitiva, a la vez que ayudará a reducir los impactos negativos del cambio climático, y lo militar vuelve a ser un vector de fuerza importante en el nuevo orden mundial. Y en todos estos puntos, Europa ni está, ni se le espera.
Pasar a ser un balneario histórico-cultural para la tercera edad, sometido a la hegemonía china o estadounidense y codiciado por los miles y miles de inmigrantes subsaharianos que el cambio climático, las guerras y el auge poblacional van a lanzar sobre nuestras costas, es la opción más probable, si nos liamos con nuestros pequeños desacuerdos identitarios y no........