El sistema energético actual ha demostrado su fragilidad, no tanto por la carestía de las fuentes fósiles, como por las incertidumbres de suministro y la volatilidad de los precios provocadas por nuestra dependencia de mercados políticamente manipulados. Reforzar la independencia pasa por la apuesta decidida por el desarrollo y aprovechamiento de las fuentes de energía renovables y por la reindustrialización para la fabricación de componentes y reducir así la dependencia tecnológica. En el caso de la Unión Europea (UE) se incardina, además, con su compromiso en la lucha contra el cambio climático.
Avanzar en un nuevo paradigma hacia una economía más verde e independiente requiere implementar una nueva cultura alrededor de la energía que minimice el impacto sobre el medioambiente y la biodiversidad y evolucione, abandonando los modelos extractivistas, hacia una apuesta más inclusiva y distribuida que permita alcanzar un desarrollo más sostenible en el presente y en el futuro.
Por esta razón, a las propuestas estratégicas, como las incluidas en el informe de Mario Draghi The future of European competitiveness (El futuro de la competitividad europea), hay que sumar la necesaria transformación del rol que la ciudadanía debe y puede jugar en este cambio de modelo. El nuevo paradigma energético no solo tiene que suponer un cambio en el origen de la oferta, sino también en el comportamiento y la caracterización de la demanda, en los que los consumidores tienen que asumir el compromiso de una participación más activa.
¿Por qué necesitamos una nueva cultura de la energía? La sociedad debe interiorizar que la........