Es casi como si ganara el dinero por castigo. Hace un par de semanas, la leyenda del mundo de la inversión Bill Gross (Ohio, EE UU, 1944) vendió buena parte de su colección de sellos. Lo hizo en Nueva York y obtuvo unos 18 millones de euros. Antes, Gross ya había vendido más de 25 millones de euros de su colección. En total, más de 40 millones que cambiarían la vida de cualquiera. No la suya: Forbes estima su fortuna en 1.700 millones de dólares (1.600 millones de euros). Por eso, en declaraciones a Bloomberg, el propio Gross reconoce que no lo hace por dinero. Su idea es que los compradores sigan recopilando sellos, manteniendo su legado.
Más allá de la cuestión económica, los sellos de Gross simbolizan la personalidad metódica del inversor, que en 2019 reconoció haber recibido un diagnóstico de síndrome de Asperger, un trastorno del desarrollo que forma parte del espectro autista y se deja notar en dificultades para la comunicación social, cierta inflexibilidad de pensamiento y en un absorbente interés por algunos campos del saber. En el caso de Gross, esta obsesión tuvo nombre durante 50 años: los bonos.
Pero los sellos de Gross significan incluso más. Es hijo del ejecutivo de cuentas Mark Gross y de Shirley Tait, un ama de casa que, siendo él todavía un niño, empezó a coleccionar sellos pensando en venderlos en un futuro para financiar los estudios universitarios de su hijo. Pero recibió........