Su entusiasmo se transforma en una sonrisa que nos dura horas. A veces pienso que mantenemos el teléfono fijo para disfrutar de los amigos con los que no podemos compartir tantas sobremesas como quisiéramos. El molesto aparato como instrumento al servicio del don de la amistad.
Están todos bien por ahí, estamos todos bien por aquí. El tono jovial y divertido que percibo tras el primer saludo me apacigua inmediatamente. Me dispongo a disfrutar del privilegio de la conversación. Soy consciente del lujo que supone tener cerca a personas que alimentan y dan valor a la vida. El magistrado emérito es parte de nuestra riqueza.
“Te voy a enviar una cosa para conocer tu opinión”. Ya sé de qué se trata, llevamos tiempo comentando con entusiasmo el asunto en cuestión. Es evidente que un magistrado emérito no necesita la opinión de una abogada de trinchera, pero sus palabras me hacen sentir importante, importante para él. Reímos como niños, no se........