Este miércoles se conocía el archivo definitivo del Caso Neurona, una causa abierta durante cinco años contra el partido político Podemos que ha ocupado más titulares y horas de televisión que condenados: cero culpables. Una ramificación de ese caso judicial-mediático, quiso arañar con sus zarpas a quien les escribe, no tanto por herirme a mí sino por enviar un mensaje poderoso a cualquiera que se acercara a la formación política que cuestiona los privilegios inmutables de una élite económica y también de una élite judicial.
Ojalá yo nunca hubiese tenido que ser especialista en lawfare o que mi madre nunca tuviera que sufrir tan de cerca lo que significa esa palabra o tener que explicarle a los lectores y lectoras que la justicia no es lo que nos contaron en la modélica transición española que nos ha sorprendido con tantas trazas de golpismo en los últimos años.
Salirse del relato oficial y encima para contarle a los adultos el equivalente que en los niños es desvelarle los secretos de la Navidad; que los jueces pueden ser corruptos y los periodistas mentirosos, es nadar a contracorriente y en el caso de ponerse a explicar el acoso judicial en España, es empezar de cero. Pero como dicen en mi tierra, “no nos queda otra”.
Lo primero que no nos contaron es que esa balanza que sostiene esa mujer con los ojos vendados, está trucada por defecto del lado de las personas que más poder han ostentado a lo largo de la historia y que se ha usado a los jueces para decidir el destino de gobiernos, naciones, vidas e incluso muertes. Ese grupo social, los privilegiados, no están, ni estarán nunca dispuestos a perder sus privilegios y ese puede ser el único elemento que les aglutina por encima de todos los demás.
En un principio, para conservar esos privilegios en riesgo, ese poder utilizó básicamente golpes de Estado militares en una lista que podría resultar interminable y cuyas consecuencias tienen su eco en la actualidad y de la que todavía las democracias se están desembarazando: Operación Cóndor, golpe de estado en Chile contra Allende, el caso de Lula en Brasil.
Tiempo después se inauguraron los golpes mediáticos, después de que los propios Estados Unidos se dieran cuenta del poder que podían tener las imágenes de la televisión entrando por las casas de la gente y llevando hasta sus cocinas las atrocidades cometidas por el ejército........