La amistad de la trinchera

Recuerdo a L. En el sillón de su casa hacíamos la revolución de las verdades defendiendo apasionadamente que existen múltiples realidades. Nos enfadábamos con el otro M., que se empeñaba en decirnos que “la realidad es sólo una”. Disfrutaba de esa pequeña cuota de poder que se adjudicaba molestando. Bajo el disfraz de la cresta y la ropa color negro, se nos hacía invisible su violencia. Defendíamos la trinchera levantando el puño frente al invasor… pero el enemigo no estaba fuera. Nos recuerdo a L. y a mí saltando del sitio: los brazos al aire como alzándonos ante un gol. Quizá si gritábamos más alto, quizá si lo decíamos más veces, la bandera que habíamos tejido con nuestros propios dolores nos defendería de otras invasiones. 

Defendimos el derecho de expresar la diversidad imponiendo nuestra verdad, hasta que la diversidad se nos fue acabando, el enemigo exterior fue desapareciendo, y creció el monstruo que poco a poco fuimos alimentando. Los matices de “las verdades” se disolvieron en un único relato. Hace años que nos distanciamos y ahora nuestra verdad es objeto-razón que no da cabida a que puedan coexistir múltiples verdades.

El control del relato: dime cómo controlas el relato y te diré quién eres.

El otro día A., P., B., y varias más decían que se habla de forma agresiva para tener la razón. -“Eso se dice, ¿no?, es mejor ser feliz que tener la razón”- pero añadían luego, consensuando entre sí con miradas de asentimiento que a veces es mejor manejar la situación desde la asertividad para “tener la situación bajo control”. Vamos, utilizar un estilo comunicativo socialmente aceptado con la finalidad de manipular a las demás personas. Decían que es importante no utilizar un estilo comunicativo agresivo porque es importante comunicarse “bien”. Creo que lo que intentaban decir es que si te comunicas “bien” puedes conseguir más cosas, obtener más mérito y........

© Canarias Ahora