Un libro agonizante: Cuba for dummies, según Chomsky

Por Xavier Carbonell

Noam Chomsky murió el 19 de junio de 2024. Tenía 95 años y se atendía misteriosamente en una clínica de São Paulo. Lula da Silva estaba de nuevo en el poder, así que Brasil volvía a ser un buen lugar para agonizar. Todos los políticos —incluyendo los de la Cancillería cubana— y todos los profesores y todos los admiradores de esa bella reliquia llamada gramática generativa ofrecimos nuestras condolencias. Varias horas después, cuando el ridículo ya era masivo, Chomsky resucitó.

Mi caso fue particularmente vergonzoso, porque había publicado un par de frases elogiosas al lingüista —no al activista—, junto a una foto suya de los años 70, con pipa y sin canas, una foto bastante entrañable. Para colmo, cuando Chomsky resucitó yo acababa de releer El péndulo de Foucault, de Umberto Eco, cuyo tema es este tipo de embrollos metafísicos, y supe de la vivificación en la Facultad de Física de la Universidad de Salamanca, mientras me dejaba marear por el péndulo de Foucault que allí oscila.

La primera moraleja es que se muere confusamente en los países del tercer mundo.

La segunda es que hay que tener cuidado con lo que uno escribe mientras se dispone a morir. Si Chomsky hubiera muerto el 19 de junio de 2024, su último libro no hubiera sido un brillante ensayo académico, ni siquiera un incendiario pero bien razonado alegato por cualquier causa. Su último libro iba a ser el penoso