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Arma para el triunfo
Se sentía flor marchita del ramo, nunca fresca y olorosa. En tanto infanta, estaba predestinada a un reflejo bello en sus subalternos, sin importar que no lo fuera. Había nacido poco dotada en atractivos físicos: nariz común; cabellera sin brillo, como un campo de maíz carente de mazorcas; una boca turgente, reñida con soñados besos en precoz almohada y llena de ilusiones románticas.
Pintura del holandés Johannes Vermeer (1632 – 1675).En su habitual aislamiento simulaba febriles entregas, cual gota potente del arroyo, o leona osada de la manada. Su paciente madre le dio un único consejo: “Para transmutar impulsos en realidades, el remedio está en lustrarse por dentro. Haz como yo, tan parecida a ti, señora de salones palaciegos y........
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