El horror del abuso sexual genera impacto en la persona que lo experimenta y en su entorno inmediato, ¿pero esta afectación se detiene ahí? Lo cierto es que no, el daño que genera el abuso sexual se derrama y esparce en la comunidad y sociedad.
Podemos reflexionar acerca de los sentimientos de rabia o tristeza que nos generan noticias de actos salvajes que atentan contra niños y niñas, pero igualmente frente a otros hechos de esta naturaleza nos mostramos incrédulos, reticentes y suspicaces.
El daño de la negación
¿Qué características “debe” tener una víctima para que la comunidad sienta compasión y la cobije? Las víctimas al igual que los agresores, no son ideales. Las víctimas no necesariamente son cándidas e ingenuas, ni los agresores son psicópatas desalmados que victimizan a diestra y siniestra.
Precisamente esta realidad genera una gran reacción de negación por parte de la sociedad. La posibilidad de ser vulnerados por alguien de quien nunca dudamos, ya sea por el vínculo, la confianza, la imagen, el prestigio, etc, nos moviliza a rechazar esa vulnerabilidad atribuyéndole la responsabilidad a la víctima y de esta forma nos sentimos seguros, y pensamos que “eso” no nos ocurrirá a nosotros porque no nos ponemos en riesgo.
Entonces ¿de quién es la culpa de un delito sexual? ¿De la víctima que no estuvo alerta, que no desconfió, que hizo “dedo”, que coqueteó, que se tomó unos tragos demás? ¿o del agresor que se aprovechó de la confianza, del agresor que........© BioBioChile