Uno de los capítulos más brillantes del “Estudio de la Historia” es aquel en que advierte los peligros de extrapolar un concepto a un ámbito distinto de aquel para el que fue creado. El ejemplo que usa es el de la producción en serie que surgió con el descubrimiento de las máquinas a vapor, o sea con la llamada “revolución industrial”.
La humanidad se deslumbró tanto con esa idea de producir en serie, que la comenzó a aplicar a ámbitos que no tenían nada que ver con las industrias manufactureras y fue así como comenzaron a hablarse y a formarse “talleres literarios”, “talleres culinarios”, “fábricas de ideas”, etc. Aún hoy día, casi dos siglos después, seguimos aplicando el concepto de producción en serie a cosas que no tienen nada que ver con la producción masiva, como es el de las artes.
Hoy día nos pasa lo mismo con el concepto de democracia
La democracia, como su nombre lo indica, se refiere a un sistema político de gobierno cuyo concepto fundamental es el de la igualdad de todos los ciudadanos, en lo que se refiere a los derechos políticos, humanos, constitucionales y legales que se les otorgan en virtud de un amplio consenso general.
Esa propia definición marca los límites de esa igualdad y no puede ser extrapolado para ocultar la más grande de las evidencias, que es la de que, aparte de esos derechos, la Madre Naturaleza se ha encargado de hacernos a todos distintos. De hecho, una de las causas de mayor admiración para los seres humanos es la constatación de que esa madre logra que ya seamos algo así como ocho mil millones de seres todos distintos.
Pero eso genera graves problemas porque, a lo largo de los tiempos, la diferencia hace que existan seres que sufren de carencias importantes para encontrar trabajo en la forma de producción que cada época de la humanidad ha tenido.
La revolución tecnológica y el surgimiento de los “inútiles”
Cuando el ser humano vivía de la caza y la recolección de frutos silvestres, el que........