Los valores esenciales del sistema universitario chileno fueron generados en la era fundacional de la Universidad de Chile, una institución de notable modernidad para la época de su fundación (1842). Los nombres de esa proeza son diversos, pero indudablemente el mérito principal y el símbolo de ese instante tiene el nombre de Andrés Bello.
El positivismo filosófico, el internacionalismo del saber, el liberalismo político, la ilustración, la búsqueda del progreso, la construcción de una moral pública; inspiraron la institución universitaria. Esta visión de la universidad, no privativa de Chile, no privativa de la Universidad de Chile; nos ha inspirado a muchos a la hermosa ‘inconveniencia’ (si seguimos el patrón de éxito actual) de dar parte de nuestras vidas a la actividad universitaria.
Pero no hay que confundirse. No todos quienes habitan la universidad tienen esta vocación. Y peor aún: en la medida en que la universidad sirve de plataforma de poder, en la medida que otros espacios sociales son menos receptivos a la conducta arbitraria, en la medida en que el oportunismo es pan de cada día; la universidad se enfrenta a presiones sorprendentes y ciertamente malsanas.
¿Por qué es la universidad un objetivo para grupos religiosos, partidos políticos y grupos de interés en general?
Hay ventajas obvias de contar con poder en el ambiente universitario: el poder de contratación, la incidencia pública, la notoriedad personal, una entidad legitimada para acaparar proyectos asociados a vinculaciones de distinto orden, en fin. Hay muchas razones, de las que operan de manera más sencilla y mecánica, que fundamentan el atractivo y el deseo de adquirir poder en el entorno universitario. Pero hay una razón más sofisticada. Y es la más importante. Podría escribirlo después del punto seguido, pero lo haré con un punto aparte. Lo merece.
Las universidades tienen la capacidad de producir ‘verdades’.
Ello deriva de su fortaleza en el saber, de su historia exitosísima de aumentar el desarrollo de los países, la esperanza de vida, de mejorar la calidad de vida, de comprender el universo. En fin, de construir nuestra representación del universo, del mundo, de la política y de nosotros mismos.
La universidad es la institución más sorprendente de la historia, no por su extrañeza o absurdo, sino por ser aquella que transforma el proceso de aprendizaje individual en progreso social y debate moral público. Esta es su enorme fortaleza. Y esta es la razón del asedio que sufre, del atractivo para los piratas.
La universidad guarda un tesoro: la certificación de una verdad. ¿Quiere usted decir que tal alimento (que compite con el suyo) hace mal a la salud? Un modesto estudio puede permitir generar un debate público, incluso una eventual prohibición, restricción, incremento de costos de producción, en fin. El saber puede estar controlado por intereses. Y eso es muy valioso para dichos intereses. Y es un peligro para la vida pública. Como toda herramienta poderosa, la universidad puede convertirse en una entidad infame.
Andrés Bello fue prudente con su poder
Se conoce como ‘discusión historiográfica’ en Chile las diferencias profundas en la visión del ejercicio del historiador. Los dos polos de esa discusión eran Andrés Bello y José Victorino Lastarria.
No obstante ser antípodas, en 1844 Bello solicita a Lastarria que escriba una memoria histórica. La idea era generar una actividad equivalente cada año, como estímulo a la investigación y a la discusión interna. Bello le ha solicitado este texto a su rival, a quien tiene una visión en las antípodas. No puso allí a su delfín, no se puso él a realizarlo. Bello abrió la cancha.
¿Qué ocurriría probablemente hoy? El detentador del poder habría postergado al rival destacado. O peor. Le habría intentado censurar en otros espacios para evitar que tenga opción de estar entre los posibles conferencistas.
Este poder del debate, de la discusión, de la razón, está cada vez más ajeno en las universidades. La universidad se construye crecientemente en la simetría, en la homogeneidad; no en el disenso. Crecientemente el sistema formativo se llena la boca con espíritu crítico, pero es difícil encontrar una época donde la tarea intelectual y creativa es más borreguil. Detrás de esa homogeneidad no hay convicción, solo la búsqueda del poder particular, sin proyecto alguno. Pasa a ser importante la toma de control de facultades y de la rectoría.
Hace algunas décadas ostentar un cargo académico era una carga, un problema, una responsabilidad de la que se huía. Pocas personas se animaban a perder el tiempo llenando papeles y gestionando los destinos administrativos de los colegas. El que se iba al cargo era un héroe, un Cristo. Hoy es una guerra lograr estar allí, un deseo ya ni siquiera inconfesable. Y es que las universidades son un recurso para sacar patente de corso.
El pirata tiene su versión superior en el corsario, funcionario legalizado, limpio en medio de su delincuencia, convertido en “sir” por los ingleses en el ejemplo de Francis Drake, pirata presentado por el imperio británico como “explorador”.
Pues bien, hoy traigo acá simplemente un ejemplo, de los cientos que he visto, conocido y/o padecido, pero eso sí un ejemplo destacado de aquellos corsarios universitarios, esto es, de quienes usan la institución universitaria para violentar su espíritu e instalar estructuras de poder que no son solo distintas a la vida universitaria, sino además contradictorias con ella.
El ejemplo se llama Rodrigo Vidal
Ya lo sé, usted lo sabía.
Como veremos, desde el primer día la gestión del rector Vidal ha sido mañosa y vengativa. Los sumarios han aumentado de manera sorprendente y los afectados son misteriosamente personas que votaron en contra de Vidal o en contra de sus aliados en cada facultad (la proporción de ‘amigos’ y ‘enemigos’ sumariados es suficientemente asimétrica para señalar que existe un hecho).
Como buen enemigo de Andrés Bello, Vidal ha denostado el carácter de universidad laica (en una ceremonia de fines del año 2023 se prohibió usar ‘universidad laica’ en un discurso), ha desatendido la dimensión intelectual de la acción universitaria y ha hecho uso del derecho administrativo con notoria saña.
En las últimas semanas el rector Vidal y la Usach han hecho noticia.
Se han hecho numerosas referencias de toda índole a su mandato como rector en los casi dos años de su gestión. Se ha reflotado la denuncia que sufrió por presiones a una autoridad estudiantil. Se ha criticado que haya cambiado de posición respecto a las elecciones universitarias según si ha ganado o perdido con un padrón que él juzgaba de inaceptable. Se ha hecho manifiesto el peso del mundo evangélico en una universidad laica y se ha referido a la malísima gestión económica y académica, que ha llevado incluso a los estudiantes a criticar la enorme cantidad de suspensiones de clases (a pesar de ser aliados políticos).
Todo esto y más ha sido dicho en sendas noticias en La Tercera, El Mercurio e Interferencia en las últimas semanas. Según me han comentado, la noticia en El Mercurio le afectó notoriamente y decidió contratar publicidad en el medio como medida de precaución. Medida burda, por cierto. Y es que Vidal es astuto, pero carece de profundidad y se rodea de equipos de escaso tino.
Los ejemplos abundan en la universidad.
Sorprendente resulta que los equipos de rectoría se jacten ante funcionarios y académicos de que cuentan con apoyo mediante línea directa con La Moneda. Puede ser arribismo, nerviosismo o imprudencia. Pero estrategia no es.
El corsario Vidal
Rodrigo Vidal tiene un currículum investigativo discreto. Sus publicaciones son escasamente citadas y no es referente en su área. Tampoco ha cumplido un rol destacado en la extensión de su saber. Siendo rector de una de las cinco universidades de máxima acreditación no es un líder de opinión.
En su historia, eso sí, ha gozado con frecuencia de altos cargos directivos (director de la escuela de arquitectura, vicerrector académico y rector, como cargos más destacados). Y habrá que agregar que en su currículum sí hay un área destacada: ha sido un importante actor de la Iglesia Metodista Pentecostal, de la cual ha sido gestor de intereses y funcionario a cargo del principal patrimonio político de dicha institución: el templo evangélico de Jotabeche. Y en eso ha sido exitoso.
En el año 2016, Rodrigo Vidal explicaba a La Tercera por qué el templo de Jotabeche podía ser monumento nacional, en circunstancia que es bastante reciente (años setenta) y no cuenta con la magnificencia, estilo o belleza que usualmente se le exige al patrimonio arquitectónico.
Su explicación no recurrió a los argumentos que esgrime sobre la arquitectura de los templos en Chile (a la que dedica sus investigaciones), sino que recurrió a un argumento más demagógico, comparando el templo con Alexis Sánchez.
Cito el fragmento de la noticia donde declara:
comillas “Entre mayo y septiembre de 2013 se preparó la postulación para que Jotabeche se convierta en Monumento Nacional (..) “Mucha gente piensa que para que un edificio sea monumento tiene que ser viejo”, dice Rodrigo Vidal, arquitecto a cargo del proyecto, quien, además, es miembro de la iglesia. “Nuestro templo tiene 45 años, no es tan viejo, pero Alexis Sánchez no tiene 30........