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Los adoradores del mercado se inscriben en la "Lista del Pueblo"

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15.04.2024

Me parece importante que los más probables ganadores de la próxima elección presidencial, la derecha, comprendan que no obstante el fracaso de las soluciones de la izquierda, la crisis del modelo de libre mercado no ha cesado y que, de hecho, se ha profundizado.

En la medida que el mercado se convierte en un discurso político y que es un mecanismo de integración social, se politiza. Es inevitable. Fue lo que ocurrió soterradamente por una década (primeros años del siglo XXI) y que luego se manifestó con intensos síntomas desde 2011, síntomas febriles, destrucción de órganos, remedios fallidos.

Y es que luego de 2011 solo vino 2019. ¿Y después? Algo parecido a la nada, pero en forma de confusión. Ese proceso significa que el objeto politizado queda bajo escrutinio y, siendo así, la sociedad comienza a definir cuál será su postura en torno a él.

La “Lista del Pueblo”

La elección de Sebastián Piñera en 2009 podía marcar la legitimación, pero ocurrió lo contrario. La profundidad de la crisis fue enorme y los datos revelados me llevaron a afirmar la tesis del derrumbe del modelo.

No entraré en detalle de ese argumento, solo puedo decir que a estas alturas es académicamente un lugar común que la deslegitimación de dicho modelo implicó su modificación radical.

También habrá que decir que su modificación no construyó ningún modelo, pero eso lo trabajaré en otra ocasión.

Esta columna se inspira en el hecho, que parece evidente a estas alturas, que los defensores del modelo han entrado en fase “Lista del Pueblo”, pero al revés. Es decir, tal y como dicha lista electoralmente exitosísima para la Convención Constitucional leyó el estallido y su propia elección como un giro ideológico y creyó que Chile quería lo que ellos eran; hoy el síndrome “Lista del Pueblo” arrecia en la derecha, en José Antonio Kast, en los Kaiser, en una parte del empresariado y en varios parlamentarios que frecuentemente retoman la tesis de avanzar sin transar.

Han visto una ventana y la confundieron con puerta. O con portal místico. Así, tal cual, le ocurrió a la “Lista del Pueblo”.

Lo aquí dicho es solo una introducción que pretende motivar a usted a leer lo que sigue: la detallada explicación de cómo el mercado, hoy en mejor pie por el fracaso de sus detractores, no podrá legitimarse si no cumple ciertas condiciones básicas.

Y esto es importante porque esas condiciones mínimas no se cumplirán con una derecha tentada por su propia versión de la “Lista del Pueblo”, proceso que vislumbro altamente probable por el influjo de Javier Milei, por los Elon Musk y por la multiplicación de las perspectivas contratributarias que comienzan a abundar.

Como siempre, estas convicciones se afirman en un diagnóstico que es errado por parcial, pues verán que la mayor parte de la gente no quiere aumentar impuestos, pero no querrán ver que la ciudadanía quiere más gasto social.

Analicemos entonces el proceso que podría generar una verdadera legitimidad de la economía de mercado en Chile, para evitar así las ilusiones que generan los triunfos políticos contingentes y las victorias comunicacionales. En cualquier caso, creo que es una discusión que hay que tomarse muy en serio.

Ataque y defensa al libre mercado

Hay defensores del libre mercado. Hay defensores intensos del libre mercado. Hay defensores extremos del libre mercado.

Hay críticos del libre mercado. Hay críticos intensos del libre mercado. Hay críticos extremos del libre mercado.

Los primeros han descubierto la pólvora, o su pólvora: que a la gente le gusta comprar lo que quiera y cuando quiera. Total, es su dinero, dicen.

Los segundos también descubrieron la pólvora, es decir, su propia pólvora: que a la gente le molesta que unos puedan comprar mucho más que otros a igual esfuerzo. Y es que no es justo, dicen.

La discusión se torna circular si no somos capaces de ampliar el campo de visión.

Todo modelo económico es ante todo un sistema operativo. Su primer objetivo es satisfacer necesidades (así nació, oiko-nomoi es la norma del hogar). Su segundo objetivo, es facilitar el intercambio de bienes y servicios.

En la computadora de nuestra casa, hay un sistema operativo, que normalmente está despolitizado. Me puede caer mal el señor que es propietario de Microsoft, pero puedo usarlo sin problema. Y si tengo algún problema porque me molesta darle mi dinero, entonces lo cambio y me busco otro. Pero la verdad sea dicha, si es mejor o es más fácil, probablemente volveré.

En cualquier caso, la gente normal (me refiero a la mayoría, eso es lo normal) no tiene una opinión sobre la programación del sistema operativo y no es habitual que ello exista. Tampoco veo alrededor muchos otros sistemas operativos, cuando hablo de computadoras. Pero esto, en la sociedad, no funciona así.

El “sistema operativo” de una sociedad

A nivel social el sistema operativo está siempre bajo escrutinio, en cada detalle. Los ciudadanos, unos más y otros menos, tienen una opinión sobre los detalles de la ‘programación’ del modelo económico vigente. Cada cierto tiempo alguien dice, con o sin datos certeros, que existen otros modelos y aparecen entonces diversos sistemas operativos: Suecia, Francia, España, Rusia, China, India, Brasil, México, Argentina, lo que sea.

El sistema operativo de una sociedad está basado en el sistema económico y el político.
En el económico encontramos la dimensión productiva, la dimensión de distribución (mercado) y sistema financiero. Entre la economía y la política tenemos el sistema tributario. Y el resto es política, que se puede dividir, pero para esta columna no nos interesa.

Los sistemas tributarios (el costo de operar en sociedad) son extraordinariamente distintos y........

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