El desafío de ganar una elección presidencial es siempre grande. Pero el camino de producir un orden social con legitimidad es la principal búsqueda, el imperativo categórico, de todo sistema político. De momento, solo tenemos el aroma del fracaso.
Hoy los partidos empiezan a levantar su mirada para buscar presidente. Mejor dicho, aspirantes a presidentes. Entender el clima en el que esta búsqueda se produce es el contexto de esta columna.
No es un misterio el deterioro de la legitimidad e incluso del atractivo de la política. El presidente Boric al menos alcanzó a encandilar a los niños y generó una épica de dibujos. Pero la próxima elección se avecina carente de magia y seducción.
Por supuesto, podría existir la emoción propia de las tormentas, pero ese horizonte de esperanzas provenientes de la política se ha ido agotando y el sistema político no tiene quién le escriba. En ese contexto la presidencia como institución se devalúa y el carisma asociado al cargo se torna difuso y débil. Invade entonces esa sensación anómica de que dios ha muerto y todo está permitido. Es fácil vislumbrar que este sombrío escenario está frente a nosotros.
Señales de la crisis política
Normalmente una candidatura que se escapa del resto, como ocurre actualmente con Matthei, debería entusiasmar a sus adherentes y a todo su sector. Después de todo, ver un atleta veloz y que deja lejos a sus contrincantes suele ser un momento épico. Sin embargo, la denostación y el silencio incómodo abundan ante la candidatura más fuerte del sistema político. Eso pasa por derecha y también por izquierda. No es culpa de los nombres.
Después de experimentarlo todo, la sensación de haber llegado a final del camino y no tener nada entre las manos es abundante. Las expectativas de futuro se desplomaron hace dos años y no hubo respuesta política.
Como sabemos, la crisis del sistema político es evidente desde hace un buen rato. Las señales fueron claras cuando en la segunda vuelta presidencial de 2021 los impugnadores de cada sector llegaban a disputar el acceso al palacio de gobierno. Ambas opciones debían ser capaces de dotar al sistema político de una oferta que invitara a generar un proceso de relegitimación de los proyectos políticos.
Al llegar al umbral de dicha elección, en el año 2022, los diez mejores líderes políticos (en evaluación cuantitativa por la encuesta del CEP) tenían más alto el puntaje acumulado de reprobación que el de aprobación, por lo que su número promedio era negativo. Es decir, los 10 mejores líderes del año no llegaban a tener un número sobre cero.
Esta caída era de todo el sistema político. De hecho, como se observa en el gráfico 2 (a continuación) hay una evidente correlación entre el comportamiento de la derecha y la izquierda.
La correlación (R de Pearson) es 0,69 lo que significa que se trata de un movimiento conjunto de los datos de izquierda y derecha, subiendo ambas a la vez y bajando también de modo coordinado.
Más allá de esta correlación, no es menos importante señalar que en todo este ciclo donde las narrativas de la izquierda fueron exitosas, el deterioro de los datos políticos de la izquierda fue más notorio que el de la derecha. Es la izquierda la que se desploma de manera más severa en medio de un ciclo político caracterizado irónicamente por........