La Biblioteca
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A nuestras espaldas, casi sin que lo sepamos, se compila la más extensa biblioteca jamás soñada. Contiene todos los conocimientos de la tierra; abarca la biografía de todos los prójimos sin omitir sus más triviales actos, registra la totalidad de los sitios del planeta con sus componentes y disponibilidades. Leerla no sólo rebasaría una vida: requeriría más de un millón de ellas pues crece a mayor velocidad que las existencias que registra. A diferencia de nuestras precarias mentes, no olvida.
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Las primeras bibliotecas fueron trazadas en las paredes de cavernas como las de Altamira, Laxcaux, Chauvet, Leang Tedongnge. Sus páginas pétreas conservan vivaces imágenes de las bestias cuya persecución ocupaba los días de nuestros ancestros cazadores. De éstos apenas figura la silueta de las manos, marcada con colorante escupido. Mientras la anatomía de presas y fieras es minuciosamente detallada y estilizada, los humanos son emblematizados con escuetos trazos que esquematizan y apenas sugieren piernas, brazos, torsos, cabezas. Ya no se trata de retratos, sino de ideogramas, signos, escrituras, del primer paso de la conversión de sensaciones en ideas. Nuestros petroglifos, trazados a sol abierto, en su mayoría no son figurativos. Quizá son las páginas iniciales de una escritura de la cual hemos perdido las claves.
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Las primeras bibliotecas fueron grandes edificios de piedra, visibles para todos y legibles para quien supiera interpretar el alfabeto de la monumentalidad o más bien la prepotencia. Stonehenge fue un desmesurado breviario para medir los cielos. El templo, el monumento y el palacio fueron........
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