El marketing electoral puede llevar muchas veces a líneas de acción ciertamente sorprendentes y hasta extravagantes para quienes desean conseguir una coherencia discursiva y lógica similares a la de los documentos académicos o, al menos, informativos. Pero la ideología, desde hace tiempo (más de un siglo), no se trata de “sistemas de ideas”, organizadas mediante un hilo argumental o deductivo. Más bien, son conglomerados de emociones, sentimientos, reacciones, que conectan con expectativas, ilusiones, prejuicios, impulsos y hasta instintos y necesidades conscientes e inconscientes. No niego que haya cierta organización en ese conglomerado, lo que discuto es que las conexiones entre esos elementos sean racionales.
Supongo que los asesores de publicidad de las distintas campañas, además de estar evaluando las matrices FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) de sus candidatos, los elementos de su mezcla (producto, costo, punto, promoción) y las características de los posibles consumidores (votantes), consultan las encuestas, cuyas tendencias guían para enfocar los mensajes y las actividades. Es claro que los objetivos son hacer decidir favorablemente a los indecisos, devolver a los decepcionados, incluso vencer, convencer o al menos neutralizar a los adversarios o competidores. No descarto que, para esos fines, se esté utilizando la nueva tecnología de la Inteligencia Artificial para desentrañar, mediante un minado, la Big Data que categorice a la gente de acuerdo a su perfil virtual de consumos culturales en las redes: sus preferencias de todo tipo (musicales, películas, entretenimiento, religiosas, sexuales, de moda, etc.). Esto permite focalizar los nichos de posibles votantes (consumidores).
Detalles como comer perros calientes o jugar dominó en la calle, son imágenes muy obvias para acercar un candidato a “la gente”, buscar así la identificación, uno de los aspectos del enamoramiento hacia los votantes. Es a la luz de esas metodologías que se pueden comprender ciertos mensajes........