He necesitado de muchos años, tanto como los 85 que tengo, para darme cuenta de algo que me parece esencial en mi habitual quehacer de la escritura. Y es que, aunque éste sea un texto desmesurado para no contradecir lo que ahora voy a exponer, (y en adelante me esforzaré en ser coherente con este "descubrimiento") todas las materias del conocimiento sobre las que tratamos hay siempre sobreabundancia de argumentos innecesarios y de palabras que ahora fácilmente los cuenta el procesador, que hace farragoso y sobrecargado el argumentario, lo desluce e incluso disuade de su lectura.
Esos tratados escritos por grandes hombres del pensamiento, de la filosofía, del Derecho y de los asuntos que sean, pueden estar justificados por razones varias por tratarse de aquellos tiempos. Pero en estos tiempos que nos permiten una visión tan amplia, una perspectiva casi completa del pasado que nos permite verlo casi en su totalidad porque podemos abarcarlo todo, no tiene el mismo sentido todo cuanto se dice y escribe con extensión, sencillamente porque de todo lo dicho o escrito, sobra la mayor parte. Del mismo modo que siendo objetivamente interesante una ópera, no puede competir como espectáculo con ese sinfín de entretenimientos, musicales o no, que ofrece la postmodernidad incluso a los aficionados a ella. Por........