Doce buenos propósitos para el "año nuevo" |
Doce buenos propósitos para el "año nuevo" no son una lista de supermercado moral ni una cartilla de autoayuda, son una provocación histórica que interpela a la realidad con la crudeza de sus contradicciones y la empuja a definirse. Todo "año nuevo" se presenta como un fetiche del calendario, una ilusión aritmética que promete renovación automática allí donde sólo hay continuidad de las relaciones sociales, y ese es el primer engaño que conviene desenmascarar porque el tiempo que transforma todo, no es sujeto histórico consciente ni fuerza emancipadora, es dialécticamente, el escenario material donde chocan las fuerzas materiales, y por eso se lo inviste de poderes mágicos para descargar en él la responsabilidad que el capitalismo rehúye asumir, como si bastara que el número cambie para que cambien las condiciones de vida de las mayorías.
Nuestro problema con el tiempo es, en realidad, el problema con quién lo convierte en arma de explotación y para qué, porque el capitalismo ha aprendido a fetichizar el reloj, a fragmentar la vida en turnos, plazos, cronogramas y vencimientos que organizan la explotación con precisión científica, mientras vende la fantasía de que cada "nuevo comienzo" es una oportunidad individual, nunca colectiva, para adaptarse mejor a lo mismo.
Así, el año nuevo funciona como anestesia ideológica, una pausa ritual que permite reciclar promesas sin tocar las estructuras, un respiro simbólico para seguir respirando injusticia el resto del año, y esa ilusión del cambio es profundamente funcional al orden dominante porque sustituye la transformación histórica por la expectativa psicológica, la lucha por el deseo, la organización por el brindis; la dialéctica del tiempo nos recuerda que no hay ruptura sin conflicto, que toda novedad real nace de una negación concreta de lo existente y no del simple transcurrir de los días, y sin embargo se insiste en un tiempo lineal, vacío, homogéneo, donde todo pasa pero nada se supera, donde las crisis se repiten como estaciones y la desigualdad se recicla con nuevos nombres.
Un año nuevo, entonces, no inaugura nada, apenas maquilla la persistencia de un sistema que necesita convencernos de que el futuro ya está llegando para que no lo construyamos, de que el cambio es inevitable para que no sea revolucionario, de........