No es nada nuevo la injerencia en Centro y Sur América de los viejos imperios de Europa y del moderno, el de EEUU. Esto se evidencia, por ejemplo, en las diversas islas caribeñas donde se habla francés, inglés y neerlandés. Hoy, quizás, nadie se sorprende que en dichas regiones no exista una población de pueblos originarios, siendo sus habitantes, la mayoría, de piel oscura, es decir afrodescendientes. Simplemente, los pueblos aborígenes que existieron antes de la llegada de los invasores españoles, ingleses, franceses y holandeses fueron arrasados, desafortunadamente exterminados y sustituidos por africanos. Estas islas se convirtieron en centro de acopio de esclavos transportados desde África, a la fuerza, para distribuirlos y venderlos por toda el área. La prueba de esto la tenemos en Trinidad y Tobago, Jamaica, Barbados, Caimán entre algunas islas que hablan inglés; de lengua francesa, Martinica, Guadalupe, San Bartolomé, Haití, San Martín y de neerlandesa, Curaçao, Aruba, Bonaire, Saba, San Martín, sin contar algunos países de Centro y Sudamérica donde sus nacionales hablan idiomas europeos como Guyana, Guayana Francesa y Belice. Fue así como comenzó el infortunio y las desgracias de estos pueblos, con una población originaria exterminada y con una población de piel oscura, acarreados a la fuerza desde África para venderlos como esclavos.
Todo esto ocurrió antes del siglo XIX, ya en el siglo XX la injerencia del nuevo imperio se hizo presente en América con la imposición de dictaduras militares apoyadas por EEUU. Es el caso de Juan Vicente Gómez y Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, la familia Somoza en Nicaragua, Stroessner en Paraguay, Hugo Banzer en Bolivia, Joao Baptista Figueredo en Brasil, Videla en Argentina, Augusto Pinochet en Chile, Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador, Manuel A. Noriega en Panamá, Carlos Castillo en Guatemala, François Duvalier en Haití, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, entre tantos de los tiranos que oprimieron Centro y Sudamérica apoyados por diferentes gobiernos estadounidenses que consintió protegerlos y mantenerlos en el poder, a cambio de beneficios para las empresas extranjeras.
La injerencia de los imperios en las diversas regiones de Centro y Sudamérica fue posible porque siempre existieron en dichas naciones familias, por lo general criollos herederos de los vencedores en las guerras libertadora, quienes actuando como felones a sus patrias facilitaron tales intromisiones, debatiéndose la entrega de una parte de sus países bien a EEUU, a Inglaterra o a Francia.
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