La finalidad del espectáculo |
Actualmente, un elemento clave para la cohesión de las sociedades abiertas es el entretenimiento de sus integrantes, e inevitablemente de ello se ocupa lo que se sirve a las gentes como espectáculo. De naturaleza variada, pero coordinada en los fines, la función básica del espectáculo, según sus promotores, es servir de pasatiempo a las gentes, generalmente sin complicaciones, a fin de que una gran mayoría social se haga fiel del producto. Teledirigido desde los distintos medios, anima al debate, que induce a una mayor participación, de la que luego se deriva el negocio. En esta función comercial, dada su condición de mercancía dispuesta para la comercialización, acertar con la temática supone una fuente de ingresos, por lo que los productores se esmeran en sacar a relucir el material más atractivo, siempre en línea con las tendencias de moda. Sin embargo, lo real del espectáculo camina en otra dirección más ambiciosa.
Con independencia de esa función de entretener, el espectáculo moderno viene a marcar las obligadas líneas por donde debe transcurrir el pensamiento colectivo. Para la política, primero, se convierte en un discreto sondeo para pulsar el estado de ánimo de las gentes; lo que permite luego sacar a escena a los actores de su espectáculo, para vender apariencia de buen gobierno, cuando solo es negocio personal, adaptándolo a sus intereses de imagen de honradez, pero de bolsillo insaciable. A veces, el inicial aspecto inocente del espectáculo deja de serlo, eso sucede cuando se aleja de la banalidad o el tema se incendia demasiado, entonces operan los extintores, y la cortina de humo surgida viene a apuntar su función, a menudo tapar otras realidades más molestas para quienes manejan el instrumental. Así se confirma la otra realidad del espectáculo, entendido como un producto comercial diseñado para ocultar lo trascendente, haciendo uso........