Venezuela ante el nuevo mapa climático global: de la contracción a la oportunidad
En el tablero climático internacional, donde las grandes economías avanzan hacia la descarbonización y el desacoplamiento entre crecimiento y emisiones, Venezuela aparece como un caso particular. No porque haya emprendido una transición energética profunda, ni porque haya diversificado su matriz productiva, sino porque la severa contracción económica de la última década redujo sus emisiones de manera abrupta. Sin embargo, esta realidad, que en otros contextos sería un síntoma de vulnerabilidad, abre para el país una ventana inesperada: la posibilidad de reconstruir su economía sobre bases más limpias, más eficientes y más alineadas con las tendencias globales. En un mundo que reorganiza su desarrollo alrededor del carbono, Venezuela puede convertir su crisis en un punto de inflexión.
Los datos del Presupuesto Global de Carbono 2025, elaborados por Friedlingstein et al., muestran que las emisiones fósiles venezolanas alcanzaron su máximo histórico en 2013–2014, con cerca de 198 MtCO₂, más de la mitad provenientes directamente del petróleo y una fracción significativa del gas natural asociado a la industria extractiva. Desde entonces, las emisiones han caído de manera sostenida, estabilizándose entre 110 y 120 MtCO₂ en el período 2022–2024.
Figura 1. Línea temporal y estructura de emisiones fósiles de Venezuela (2013–2024)
La figura muestra la evolución desde el pico de 198 MtCO₂ (2013–2014) hasta la estabilización en 110–120 MtCO₂ (2022–2024), evidenciando la contracción no estructural.
Esta reducción, sin embargo, no responde a políticas climáticas deliberadas ni a una transición energética estructural, sino al colapso de la producción de hidrocarburos y a la contracción económica más profunda de la historia contemporánea del país.
La estructura de las emisiones permanece prácticamente intacta. El petróleo sigue representando más del 50 % del total, reflejo de una matriz fósil rígida y dependiente. El gas natural aporta alrededor de 40 MtCO₂, estable por inercia, no por eficiencia. La quema de gas —el flaring— continúa en niveles elevados, con 15–16 MtCO₂ anuales, un indicador de ineficiencia energética y de un problema estructural evitable. El cemento, con apenas 1 MtCO₂, revela la paralización del sector construcción.
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