El Tren Lechería-AIFA estará listo en Semana Santa de 2026, anuncia Sheinbaum |
El tren de pasajeros Lechería-Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) estará listo en el primer trimestre de 2026, informó este domingo la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo.
Tras realizar el primer recorrido por este nuevo sistema ferroviario Sheinbaum Pardo aseguró que “en los siguientes meses viene toda la etapa de pruebas. Aquí se comprometieron conmigo la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, ingenieros militares, a que va a estar listo en el primer trimestre de 2026, ya para utilizarse”.
Las obras llevan un avance general del 92 por ciento y estarán concluidas en el primer trimestre de 2026, confirmó el general residente de obra, Iván Hernández Uribe, de la Dirección General de Ingenieros de la Secretaría de la Defensa Nacional.
La presidenta Claudia Sheinbaum agregó, acompañada de Delfina Gómez, gobernadora del Estado de México, que en Semana Santa la gente ya podrá subirse en Buenavista, llegar al AIFA para tomar su avión a distintos destinos nacionales o extranjeros, y los habitantes del Estado de México podrán disfrutar del tren que le da movilidad a toda la Zona Metropolitana del Valle de México”.
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Señaló que se pondrá a consideración el nombre del tren. Además, falta construir tres puentes peatonales y se lleva a cabo el periodo de pruebas de la señalización automática.
“Este es parte del proyecto de rescate de trenes de pasajeros de la Cuarta Transformación. Obras que se hicieron para trenes de pasajeros se quedaron abandonadas y ahora las estamos recuperando con el Tren Maya, el Tren Interoceánico, el Tren Ciudad de México-AIFA, AIFA-Pachuca, el Tren México-Querétaro y los trenes del Norte”, dijo la presidenta.
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Este ramal tiene una longitud de 23.7 kilómetros, con seis estaciones y una terminal, contará con 10 trenes acoplables, y el recorrido será de alrededor de 43 minutos, con un intervalo de 15 minutos entre un tren y otro en cada estación, de acuerdo con el titular la Agencia Reguladora de Transporte Ferroviario, Andrés Lajous Loaeza.
Asimismo, operará de las 5:00 a las 00:30 horas con un sistema de pago homologado con la Tarjeta de Movilidad Integrada de la Ciudad de México. De los 10 trenes para esta ruta, siete estarán en operación constante, dos en reserva y uno en mantenimiento para garantizar el servicio.
A Víctor Macarov lo fueron a buscar a la salida de su instituto de enseñanza. Tenía 18 años.
A Miguel Schevzov, de la misma edad, se lo llevaron cuando estudiaba en casa de un amigo.
Vladimir Roslik Dubikin, también de 18, estaba en el cine y corrió igual suerte.
Una tras otra, una veintena de personas fueron detenidas entre abril y mayo de 1980 en San Javier, un pequeño pueblo de inmigrantes rusos en el oeste de Uruguay.
Los tomaron por sorpresa, mientras hacían las cosas más cotidianas.
Esteban Gilsov volvía de pescar. Jorge Gurin estaba en su casa con su esposa, Susana Zanoniani. Y Néstor Dubikin, de apenas 16 años, había ido en bicicleta hasta el río: ellos también fueron arrestados por la dictadura militar que había en Uruguay.
Los llevaron a un cuartel. Les pusieron capuchas. Los torturaron de forma salvaje. Y 11 de ellos fueron enviados a una cárcel por meses o años.
Ninguno sabía por qué los sometían a semejante martirio, una pesadilla que volvería cuatro años más tarde con más detenciones arbitrarias y un asesinato que marcó el fin del régimen militar.
Algunos se lo preguntan hasta hoy.
“No entiendo cuál es el motivo que llevó a esa gente a hacer todo eso, porque es una maldad”, dijo Dubikin, ahora con 62 años, como testigo de un juicio en desarrollo contra nueve acusados de cometer esos abusos. “Le destrozaron la vida a un montón de gente”.
El fiscal uruguayo para crímenes de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, aseguró que el absurdo se debió a la ascendencia de esas personas.
“A ellos se los privó de la libertad sólo por su condición de rusos, pero no por su actividad política, no porque hayan cometido ningún delito”, dijo Perciballe al inicio del juicio el mes pasado.
El propósito, sostuvo, fue “montar una mentira”.
San Javier descansa sobre el río Uruguay, unos 360 kilómetros al noroeste de Montevideo. Desde sus costas se avistan unos islotes cercanos, ya del lado argentino de la frontera fluvial.
El pueblo tenía cerca de 1.700 habitantes, en su mayoría de ascendencia rusa, cuando los militares irrumpieron en 1980 y comenzaron a arrestar gente, incluidas algunas mujeres.
Casi todos los detenidos fueron trasladados unos 90 kilómetros al sur hasta el batallón de infantería Nº 9 del Ejército, en la ciudad de Fray Bentos, donde todo adquirió tintes kafkianos.
Pasaron largos plantones encapuchados. Los interrogaron con golpizas, choques eléctricos y ahogamientos simulados -siempre bajo supervisión de un médico militar, que indicaba si la tortura podía seguir.
Les preguntaban por una supuesta pertenencia al Partido Comunista de Uruguay, ilegalizado y reprimido por la dictadura que comenzó en 1973 y terminó en 1985, aunque ninguno de los detenidos tenía actividad política según la Fiscalía y sus testigos.
Los interrogadores buscaban establecer vínculos entre los presos y la Unión Soviética.
Ricardo Bozinsky, que a sus 19 años fue una de las víctimas, testificó que los militares les decían cosas como que “ustedes los rusos son culpables de lo que pasó en Vietnam”.
“No sé lo........