Maduro, el ilegítimo

Como sucede con la mayoría de los conceptos que utilizamos en esta vida, ese significante llamado dictadura no ha estado ligado, a lo largo de su historia, al mismo significado.

Originariamente, durante la fase de formación del imperio romano -nos informamos a través de Maquiavelo- el término dictadura estaba lejos de tener un significado peyorativo (Discursos sobre la primera década de Tito Livio). Dictador quería decir, en un sentido literal, “el que dicta las leyes”. Al emperador, en condiciones de excepción, le era concedida por un plazo determinado la atribución de dictar leyes especiales (hoy las llamamos decretos). En cierto sentido el emperador ocupaba el rango de un comisionado del estamento dictador de leyes, fuera este un parlamento o un tribunal. Por lo tanto el de dictador era un cargo legal y legítimo a la vez, entendiendo por legitimidad lo que entendían los romanos: un derivado de la legalidad.

Para los romanos, no siendo sinónimos, la legitimidad provenía de la legalidad. No existía, como en nuestros tiempos, la legitimidad no legal. De acuerdo a su significación actual, a diferencia de la de los romanos, una dictadura no proviene de la legalidad sino, en la mayoría de los casos, de una ruptura con la legalidad.

Bajo dictadura designamos hoy al gobierno de una sola persona, o familia, o partido, erigidos por sobre o en contra de la Constitución sobre la base del ejercicio de la violencia o terror en contra de la población o de una parte de ella, en un país o nación. Puede haber dictaduras legítimas (las que se erigen en contra de otra dictadura, por ejemplo) pero no puede haber, como en el caso de la Antigua Roma, dictaduras legales.

Nótese: recién escribimos “en contra de la población”, no en contra de la ciudadanía.

Bajo el actual concepto de dictadura, el pueblo, en cuanto pierde su facultad de elegir, es decir, en cuanto pierde su soberanía, deja de ser un pueblo político y se convierte en un pueblo puramente demográfico (población) o, en algunas naciones (pienso en la Rusia de Putin) en un pueblo cultural, o en otras, en un pueblo religioso (pienso en el Irán de los ayatolas) o, como ha sido frecuente en América Latina, en masa políticamente desarticulada. Precisamente eso ha ocurrido en Venezuela después del 28 de julio de 2024.

El pueblo político, llamado ciudadanía, según todos los datos e informaciones disponibles (que son muchas) eligió por amplia mayoría a Edmundo Gonzáles Urrutia como presidente de la República. El gobierno, a su vez, al ocultar los verdaderos resultados electorales mediante un monstruoso fraude -tal vez solo comparable con el cometido por el dictador Lukaschenko en Bielorrusia quién por lo demás fue mucho más hábil que Maduro........

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