La palabra de Nicolás Maduro se ha devaluado dramáticamente no solo en el seno de nuestra sociedad, donde ya nadie le cree nada, sino en la comunidad internacional donde los principales actores perdieron toda la confianza que en el pasado heredó del difunto Hugo Chávez.
Cuando una persona, en general, y sobre todo un político en particular, pierde la confianza y la credibilidad resulta casi imposible recuperarla. Los venezolanos conocemos muy bien al personaje. Sabemos de su perversa inclinación a mentir y a manipular las realidades. Tal comportamiento revela un vacío espiritual y una carencia moral que lo lleva a otros niveles en la lucha política.
Ahora lo están conociendo los factores de la comunidad internacional, pero muy especialmente sus aliados que durante años creyeron el discurso del antiimperialismo, del nacionalismo, de la democracia participativa y protagónica y sobre todo de “la revolución pacífica” para establecer “un mundo multipolar”.
Los hechos lo han dejado al descubierto. Maduro y su camarilla constituyen un referente político representativo de la mentira, la corrupción, la represión y la muerte. Un actor del cual todos los sectores de la comunidad democrática mundial toman distancia.
La reciente cumbre del movimiento de los BRICS lo ha expuesto de forma más que contundente. Su presencia marginal en esa reunión, el rechazo para admitirlo no solo como integrante del grupo, sino su penoso recorrido por los pasillos del centro de convenciones, sin poder acceder a las sesiones de la conferencia, constituyen una demostración de que su credibilidad está totalmente arruinada.
Cómo todo personaje caracterizado por la soberbia, la ignorancia y la ausencia de valores la culpa de su situación la tienen otras........