Hay un rasgo que caracteriza la política profesional, gregaria y mediocre de nuestros delirantes días: ante un hecho irregular o inmoral de características equivalentes, si quien lo comete es el contrincante, incurre en las inclementes penalidades del infierno, pero si ocurre en tu mismo partido, rige la regla de la ocultación, de la justificación y hasta de la omertá siciliana.
Es el sino del hooligan, al que no se le puede pedir coherencia ni respeto por la verdad, por mucho que sea una tarea estéril recordar a Ortega y Gasset cuando afirmaba que "la vida sin verdad no es vivible". Para un político profesional, lo que menos importa es la verdad, ya sea la de Hegel o la del........