Varios sustos han alterado el desorden habitual: la torpeza de Biden en el debate (27 junio); los disparos contra Trump (13 de julio); el fallo del proveedor de seguridad de la nube de Microsoft (18 julio); el sabotaje de la alta velocidad en París antes de la inauguración de los JJOO (26 de julio). Este último ha tenido un epílogo con el apagón de parte de París. Tras la oreja sangrante de Trump Joe Biden deja de ser candidato y apoya a su vicepresidenta Kamala Harris.
La propia inauguración de los JJOO, como acto excesivo por definición, ha tenido que forzar los memes recurriendo a la última cena. Cuando algo dura tantas horas es como si no existiera: hay que condensar. Hay un conflicto entre alargar y abreviar. Series, pelis y libros (y mandatos) que se prolongan más de lo soportable. La tensión por la brevedad de Gracián se impone. La atención en modo pez manda.
El aliciente de los enormes eventos de Estado, de casi todos los estados, es ver si pasa algo... imprevisto. Mejor si estaba organizado ya como sorpresa de diseño. Lo que atrae es el no saber, el giro inesperado. Lo mismo que altera la vida de cada cual tiene gran valor en la programación de eventos. Los JJOO se ven en el móvil, en píldoras, aunque cada cual puede imaginar a los demás instalados horas y horas ante las pantallas de pared.
Las pantallas enormes,........