Qué misteriosa aura de prestigio rodea todavía al literato. Apenas quedan intelectuales y la literatura ha perdido vigencia, pero el escritor mantiene un prestigio que para sí quisieran, no sé, los magos o los levantadores de piedras. Hay premio Cervantes, pero no premio Houdini. Tampoco premio Perurena. Y hay un premio Nobel de Literatura que se concede cada año a individuos que casi nadie conoce, pero qué premio. Todos quisiéramos ganarlo, hasta los que no leen.
En una ocasión, durante una reunión vecinal, alguien me presentó como escritor. Maldita sea. Enseguida noté el interés. Durante la velada, expliqué que en España seguramente solo Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías podrían vivir bien de la venta de sus novelas. La reacción de uno de mis interlocutores me sorprendió: "Al primero lo conozco, pero ¿quién es el otro?". Un individuo con carrera, con una posición social desahogada, ignoraba quién era Javier Marías y, sin embargo, mostraba enorme curiosidad por el mundo editorial. "Siempre me ha gustado escribir", me confesó. Luego me envió su........