Serrat y Errejón: entre el cielo y el infierno

No tienen nada que ver ni en edad ni en oficio. Ni vistos de perfil, ni examinados con lupa. Uno ronda los cuarenta, el otro pasea los ochenta. Uno se ha caído, o lo han tirado, o se ha tirado él solito al infierno de este mundo ingrato e insidioso. El otro, sigue caminando serenamente por esta tierra que ama sin envidias ni rencores, y siempre que alguien se lo pide o se lo permite reparte sensatez y algo de música. A Errejón lo han suicidado las tristes comadres por su propia prepotencia. Lo suyo ha resultado ser una cabeza mal amueblada y mal alimentada. A Serrat, en cambio, le han dado la vuelta al ruedo a hombros de un Príncipe de Asturias merecido y necesario por tener claras algunas cosas, al menos las importantes, por cantar algunas maravillas, y por no olvidar nunca que la vida va en serio, tan en serio que el respeto por los otros y las otras es lo que realmente importa.

Voy a caer en la tentación de señalar lo mucho que le debemos a Serrat por ser tan capaz de alegrarnos la vida con su banda sonora de canciones inolvidables. También por subirnos -golpe a golpe- el tono sentimental y el tono moral con una simple guitarra y unas palabras de amor memorables y tiernas, capaces de sumergirnos en un Mediterráneo lleno de sueños, ilusiones y esperanzas. Enfrente, tenemos lo poco que Errejón ha hecho por la vida de sus conciudadanos, la nefasta política pueril y la larga lista de votantes desencantados. Su marcha por la puerta de atrás........

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