Malos tiempos para la sensatez y demasiado espacio para la estupidez

Escuchen lo que les voy a decir: aprovechen el tiempo y no se despisten mucho porque el verano oficial está a punto de acabarse. Una semana más y la maquinaria del fango político, esa que anuncian a bombo y platillo desde Moncloa, volverá a funcionar a todo trapo según lo visto en los últimos tiempos. Hay que reconocer que sin los políticos se vive mejor. Sencillamente porque el número de engaños, trampas y falsedades que oyen nuestros oídos se reduce en gran medida. Como decía aquel hombre sabio: “No creas nada de lo que te cuenten y cree solo la mitad de lo que veas”. Lo que sucede es que estamos atrapados por las circunstancias, la gente que más nos molesta -los políticos, como decía- son a la postre los que necesitamos para que en teoría el país funcione, aunque nunca acabe de arrancar bien.

Sé que aún estamos de vacaciones, pero necesito hablar brevemente de los tributos. Ayer, sin ir más lejos, recibí una carta de la Agencia Tributaria. Solo verla mis piernas empezaron a temblar y mi cuerpo a sudar, y no porque tenga algo que ocultar sino porque su presencia casi nunca agrada, ni a mí, ni a nadie. Deberían hacérselo mirar, ya que si ‘Hacienda somos todos’ sus cartas deberían alegrarnos más y acongojarnos menos. Es cierto que recibo pocas misivas de la A.T. -a Dios gracias- y que esta era positiva: me informaban del pago por la devolución del IRPF. No era mucho, pero algo es algo. Y que........

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