Qué decir de este 2020 que todos desean que termine y se vaya al baúl de los recuerdos con viento fresco. Qué no decir de este año tan sufrido que quedará en el recuerdo como aquel año que vivimos peligrosamente. Nadie nos devolverá el tiempo no vivido ni el confinamiento padecido en estos 365 días que ahora terminan; ni tampoco regresarán los amigos o familiares fallecidos en unas circunstancias que son difíciles de asimilar. No me quiero poner profundo, pero la vida va de esto, de saber enfrentar los años difíciles con, al menos, la misma dignidad que los años menos difíciles. No hablo de años fáciles porque estos no existen después de superar la edad de la inocencia, los cinco años.
El empeño de la ciencia por curarnos a todos, sin olvidar su empeño por hacer un buen negocio, y el temor de los gobiernos a que la pandemia acabe devorando nuestro estilo de vida occidental y capitalista, ha hecho que la vacuna empiece a administrarse antes de finalizar el año. Es una bandera de esperanza en forma de jeringuilla que ondea sobre nuestras cabezas y nos hace tener cierta confianza en el futuro y no agobiarnos más de la cuenta. Es una manera de indicar que "el sufrimiento, el sudor y las lágrimas" han terminado. Un deseo bien intencionado pero no del todo cierto.
La vida tras la vacuna está todavía por descodificar. El hidroalcohol y las mascarillas seguirán acompañándonos en nuestra vida cotidiana durante meses, o quizá años, y no sabemos aún que planes........