Lejos de amainar la tempestad de fuego que asola Gaza y el Líbano, parece que arrecia. Aquellos que creían que la decapitación de Hamás y Hezbolá iba a facilitar un alto el fuego y el inicio de conversaciones de paz parece que no han estado muy acertados. Nunca ha sido sencillo vaticinar en tiempos de guerra.
Contaba la analista de conflictos Audrey Kurth Cronin en la revista Foreign Affairs del pasado mes de agosto que "parecía poco probable que una estrategia de decapitación en la que se detuviese o eliminase a la cúpula dirigente de un grupo terrorista pudiera funcionar con Hamás". Y es así porque históricamente las organizaciones terroristas que han desaparecido por eliminación de su cúpula dirigente eran pequeñas, muy jerarquizadas y forjadas entorno al culto a la personalidad de sus líderes. Además, no contemplaban, por innecesario, un plan de sucesión viable. No es el caso de Hamás si vemos sus características. Es una organización terrorista que está sólidamente establecida en la Franja de Gaza, con una antigüedad de más de 40 años, con una estructura extensa que comprende una gran red de contactos –incluidos internacionales– y que ha demostrado capacidad para reemplazar a líderes clave en momentos críticos y bajo presión. Conociendo la tenacidad y eficacia de los servicios de........