Eran los héroes de Roma, para el pueblo llano las estrellas del Imperio. La afición por las carreras de cuadrigas superaba a las luchas de gladiadores, quizá más sangrientas pero no tan emocionantes. Los aurigas se jugaban igualmente la vida por la violencia que comportaba el afán de alcanzar la victoria. Rara era la competición que no registraba algún muerto o herido. Y había dinero, mucho dinero en juego con un sistema de apuestas relativamente parecido al que hoy opera en los hipódromos, pero en el que los amaños eran entonces moneda corriente.
Aunque la gente sabía o intuía las trampas, muy pocos renunciaban a elevar el nivel de adrenalina apostando por sus aurigas favoritos, que solían ser esclavos, no como Ben-Hur y Messala en el imaginario de Hollywood.
El lugar donde tenían lugar aquellas competiciones frenéticas era el circo, pista rectangular con una espina central........