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—Cuánta falta hacen en el espectro sonoro las emisoras tipo HJCK —suspiró el profesor Bernardino.

—¿Y para qué, si tenemos Olímpica y Tropicana? —ripostó Maurén de inmediato.

—¿Para qué?, para que todos podamos escoger lo que queremos oír, y no nos toque siempre de lo mismo en el bus, en el taxi, en esas emisoras que suenan en todas partes, en conciertos y a kilómetros a la redonda, en partidos de fútbol, en campañas y ceremonias políticas, en vecindarios de barrios y veredas y en instituciones educativas, antes limitadas a concursos de canción inglesa, pero que hoy dan la impresión de tener en sus programas académicos las asignaturas “norteña” y “reguetón”, porque el adobo de “sesiones solemnes” cambió de violines y tiples a la bulla. Y también todo ello suena a kilómetros a la redonda. Lo menos que deberíamos tener sería reconocimiento social, desde lo expuesto por Giner de los Ríos acerca de la cultura, y no como una forma de segregación, que nos mantiene al margen de casi la totalidad de las actividades sociales. ¿Para qué?, para que se cumpla eso del “respeto por los derechos de las minorías excluidas en la sociedad”, que en este país solo se cumple a medias, porque se han venido clasificando grupos de minorías, étnicas y sexuales, entre otras, que reciben del Estado y la sociedad protección y apoyo, pero a nosotros ni siquiera se nos reconoce, mucho menos considerársenos minoría, y mucho menos tener acceso a respaldo estatal y social.

—¿Y acaso quién les impide a ustedes oír esa música para ancianos, que solo produce sueño? —insistió Maurén con su acostumbrado tono retador.

—¿Quién? —interrumpió el ilustre profesor Gregorio Montebell—, pues los que acaba de nombrarle el profesor Bernardino: los medios de comunicación, las instituciones educativas y, principalmente, el Estado. Quienes oímos música como expresión artística, no como lenguaje de moda, nos convertimos en marginada minoría, sin los derechos con que cuentan tantos grupos que han sido reconocidos como minoritarios. La importancia de respetar a las minorías excluidas en la sociedad es fundamental para promover la igualdad y la justicia social, querida Maurén. Las minorías excluidas, como quienes disfrutamos de la música clásica y colombiana, merecen ser respetadas y consideradas en un mundo que a veces tiende a discriminar y excluir a aquellos que no se ajustan a la norma dominante, a lo de moda. Brindar respeto a estas minorías implica reconocer su valor y contribución a la diversidad cultural y musical de nuestra sociedad. Además, garantizar el respeto a estas minorías también implica reconocer y proteger sus derechos: así como suenan la norteña y el reguetón, debería sonar música clásica y folclor del mundo, entre tanta buena música. Pero no.

QOSHE - La inmensa minoría - Puno Ardila Amaya
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La inmensa minoría

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06.05.2024

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—Cuánta falta hacen en el espectro sonoro las emisoras tipo HJCK —suspiró el profesor Bernardino.

—¿Y para qué, si tenemos Olímpica y Tropicana? —ripostó Maurén de inmediato.

—¿Para qué?, para que todos podamos escoger lo que queremos oír, y no nos toque siempre de lo mismo en el bus, en el taxi, en esas emisoras que suenan en todas partes, en conciertos y a kilómetros a la redonda, en partidos de fútbol, en campañas y ceremonias políticas, en vecindarios de barrios y veredas y en instituciones educativas, antes limitadas a concursos de canción inglesa, pero que hoy dan la impresión de tener en sus programas académicos las asignaturas “norteña” y........

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