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El pasado 21 de abril, diversos sectores sociales, políticos y económicos salieron nutridamente a la calle en diversas ciudades colombianas y expresaron en las vías públicas su rechazo e inconformidad con la senda política y administrativa del Gobierno Petro. Solo 10 días después, el primero de mayo, en forma nutrida, diferentes sectores sociales, políticos y económicos, expresaron, también en la calle, su apoyo al gobierno Petro. Una y otra fueron expresiones de algarabía confrontacional, un instante de ebullición. Frente a ellos, lo que debe seguir es el reflexionar.

Las marchas, contramarchas y las manifestaciones tienen como objeto o razón de ser el enviar mensajes simbólicos sobre la vitalidad de esta o aquella posición política o ideológica, o de respaldo o rechazo a una forma determinada de gobernar, pero tienen un punto débil: son emocionales, irreflexivas.

En Occidente, en los últimos 200 años, las manifestaciones y las marchas han sido herramientas de estallido social, con fogonazos de éxito, pero terminan siendo portaestandartes de la autocracia y el cesarismo.

Las marchas y las manifestaciones fueron la expresión política favorita en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, la España de Franco, la Argentina de Perón, la Rusia de Stalin, la Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez, para citar algunos ejemplos, y fueron expresiones sociales usadas por su valor efectista, emocional, pero pasado el momento de ebullición, nada quedó.

Las marchas y las manifestaciones suelen hacer que el clima de polarización escale, que los extremos reclamen protagonismo y se sientan invencibles, fracturan al país y el siguiente escalón es socialmente más peligroso, radical e irracional, más manipulable por las pasiones ciegas: es el momento de los autócratas.

Seguramente, las marchas se repetirán. Ojalá no salten a otra expresión cesarista o a sofismas falsos como el Estado de opinión.

En la efervescencia del triunfalismo, los radicales “venden” la idea de que un determinado partido encarna al pueblo y que por ello es el ungido para conducir al Estado, es decir, identifican a un partido con el pueblo y por esa vía reclaman el Gobierno del Estado. Repetidamente, la historia ha demostrado que esa confusión y pretensión es nefasta.

Si alguien piensa que el país puede convivir durante los dos años que siguen con marchas, contramarchas, manifestaciones, algarabía y pregoneros, seguramente yerra pues la política manejada a punta de estallidos y fogonazos agota, se seca y por ello lleva de la mano a la autocracia.

QOSHE - La política de la algarabía - Eduardo Muñoz Serpa
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La política de la algarabía

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07.05.2024

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El pasado 21 de abril, diversos sectores sociales, políticos y económicos salieron nutridamente a la calle en diversas ciudades colombianas y expresaron en las vías públicas su rechazo e inconformidad con la senda política y administrativa del Gobierno Petro. Solo 10 días después, el primero de mayo, en forma nutrida, diferentes sectores sociales, políticos y económicos, expresaron, también en la calle, su apoyo al gobierno Petro. Una y otra fueron expresiones de algarabía confrontacional, un instante de ebullición. Frente a ellos, lo que debe seguir es el reflexionar.

Las marchas, contramarchas y las manifestaciones........

© Vanguardia


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