A 24 años de su fundación, en medios de tiempos más tormentosos, pero que presagian una transición política, TalCual sigue en la ruta del norte trazado: defensa y afianzamiento de los valores de la democracia. La mejor manera de decir cada día con el fundador, Teodoro Petkoff: «Aquí estamos, otra vez».

X: @goyosalazar

El ejercicio del periodismo en Venezuela durante el primer cuarto de siglo del tercer milenio será inevitablemente recordado como una época en que la profesión se desempeñó al borde del vértigo, con un ojo en el registro de la zozobrante realidad y su amenazante cerco hegemónico, y el otro en la angustiosa estrechez del debe y el haber de los libros contables.

Cuando todavía no había irrumpido con todo su estrépito el ensordecedor clarín revolucionario, pareció que la industria de las comunicaciones, aquel nutrido conglomerado de impresos, radioemisoras y televisoras del sector privado que se consolidaron a lo largo de varias décadas en el siglo pasado, podían atravesar con dificultades –pero con un mínimo de garantías fundamentales– el estrecho desfiladero por el que transitaba la labor informativa en Venezuela, a la espera de tiempos mejores.

No fue así. Periódicos centenarios, chicos y grandes, capitalinos y regionales, emporios mediáticos de modernas sedes, el canal de televisión más enraizado en la cultura popular, más de un centenar de radioemisoras rodaron al vacío, fueron fagocitadas, sin prisa pero sin pausa, por una acción estatal que todavía sigue angostando los espacios para la pluralidad y, en lo que respecta al periodismo, constriñendo su libre ejercicio y el acceso a las fuentes y el derecho a la información.

Necesariamente había implícita una considerable carga de reto a la utopía, de aventura con visos singularmente temerarios en la fundación de un diario impreso, sobre todo si se trataba de hacerse un espacio en el mercado bien consolidado que existía en Venezuela en el año 2000. Una empresa que nadie había abordado en mucho tiempo. Y aunque competir por la torta del mercado publicitario era un objetivo obvio, se venía a poner acento en el debate por la defensa de las libertades. Sería un tabloide y se llamaría TalCual.

Pero para dar el paso que decidió Teodoro Petkoff, el 3 de abril del 2000, juntando avíos y aparejos para la travesía en apenas tres meses, se necesitaba primeramente lo que él mismo atribuyó a «una voluntad indomable». Si bien tras su salida intempestiva de El Mundo era un hecho cantado la decisión de no rendición (nada ajeno a la historia de vida del fundador), quizá lo acicateaba también su voluntad volver al regusto de aquellos editoriales con los que sacudió la opinión pública desde la primera página del aquel vespertino, del cual salió por conocidas presiones gubernamentales.

Cien fueron los integrantes de aquella primera tropa: Petkoff y noventa y nueve más entre periodistas, operarios gráficos, ilustradores y caricarituristas, distribuidores del producto final y administrativos. Bajo el logo rojinegro de TalCual, una poderosa carta de diaria presentación: el editorial del director, abarcando la primera página, escudo y ariete frente al abuso y las desviaciones del poder. Desnudando carencias, incoherencias, yerros y omisiones. Advirtiendo al país, señalando desmanes. Un lenguaje directo y sin rebusques, en ocasiones hasta lo coloquial, pero siempre agudo e incisivo, jurungador y lapidario. Siempre claro y raspao.

Dos años apenas habían transcurrido desde la aparición de TalCual cuando se produjo el quiebre histórico del 11 de abril de 2002, trágico parteaguas, que a los pocos meses fue seguido por el paro petrolero. La ruta cambió drásticamente en lo político, se acentuó la polarización y el crack económico no tardó en hacer eclosión. Tres años después, de los cien «talcualeros» originarios la nómina se redujo, increíblemente, a cincuenta. Fueron días agónicos y paulatinamente superados, pero no volvieron a ser cien.

En aquellos tiempos escribió Petkoff: «Chávez no percibe que el peso de la palabra presidencial, descargada brutalmente de manera sistemática contra los medios, resulta tanto o más represivo que una acción policial». Era un escollo colosal a la libertad de expresión y al trabajo de medios y periodistas, por ende.

Pasaron los años en los que se impuso una narrativa hostil, un bombardeo intimidante y/o reblandecedor para las consiguientes acciones administrativas y judiciales desplegadas como avanzada de infantería que van diezmando el campo. TalCual fue blanco más de una vez, se defendió con la letra y en la calle, y de allí salió airoso.

La declaración desembozada de la deseada «hegemonía comunicacional» fue anuncio funesto para el país. Después, pocos tuvieron músculo financiero para enfrentar la sequía deliberada de los insumos, principalmente el papel periódico, y de los dólares controlados. TalCual circuló impreso, ya como semanario, hasta el 2015 y adelante se reconvirtió en portal de noticias. Su cuenta de X, la siguen más de un millón quinientos mil usuarios.

Muchos de los que sortearon aquellas crisis maniobrando siempre in extremis, no pudieron finalmente con el cataclismo económico ocasionado por el aparatoso proyecto estatista y centralizador del 2010 en adelante. A otros tocó aliarse, reinventarse, ajustarse a los cambios tecnológicos, derrochar creatividad para seguir vigente. Allí en ese grupo permanece TalCual.

A 24 años de su fundación, en medios de tiempos más tormentosos, pero que presagian una transición política, TalCual sigue cumpliendo el norte trazado. El mismo compromiso que asumió aquel ya lejano 3 de abril: Informar, investigar, denunciar, abrir espacio para la opinión. Sí, claro y raspao. Sin abandonar a ningún sector de la sociedad venezolana en la búsqueda de un país de oportunidades para prosperar, vivir con la paz que sólo garantiza la plena vigencia del Estado de Derecho.

En el amanecer de sus 24 años, cada actualización noticiosa, cada nueva ronda de información y opiniones, entraña el eco de las cuatro primeras palabras que aquí se imprimieron bajo el histórico «Hola Hugo» del primer editorial. Las consignó el fundador: «Aquí estamos, otra vez».

*Lea también: EDITORIAL | El compromiso de TalCual contra el silencio sigue vigente 24 años después

De allí en adelante todos quienes con su esfuerzo siguen haciendo posible este milagro de casi un cuarto de siglo, y también quienes aportaron su valiosa impronta en este medio, han sabido que tenacidad se escribe y se seguirá escribiendo con T de Teodoro.

Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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TalCual: 24 años sin tregua, por Gregorio Salazar

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03.04.2024

A 24 años de su fundación, en medios de tiempos más tormentosos, pero que presagian una transición política, TalCual sigue en la ruta del norte trazado: defensa y afianzamiento de los valores de la democracia. La mejor manera de decir cada día con el fundador, Teodoro Petkoff: «Aquí estamos, otra vez».

X: @goyosalazar

El ejercicio del periodismo en Venezuela durante el primer cuarto de siglo del tercer milenio será inevitablemente recordado como una época en que la profesión se desempeñó al borde del vértigo, con un ojo en el registro de la zozobrante realidad y su amenazante cerco hegemónico, y el otro en la angustiosa estrechez del debe y el haber de los libros contables.

Cuando todavía no había irrumpido con todo su estrépito el ensordecedor clarín revolucionario, pareció que la industria de las comunicaciones, aquel nutrido conglomerado de impresos, radioemisoras y televisoras del sector privado que se consolidaron a lo largo de varias décadas en el siglo pasado, podían atravesar con dificultades –pero con un mínimo de garantías fundamentales– el estrecho desfiladero por el que transitaba la labor informativa en Venezuela, a la espera de tiempos mejores.

No fue así. Periódicos centenarios, chicos y grandes, capitalinos y regionales, emporios mediáticos de modernas sedes, el canal de televisión más enraizado en la cultura popular, más de un centenar de radioemisoras rodaron al vacío, fueron fagocitadas, sin prisa pero sin pausa, por una acción estatal que todavía sigue angostando los espacios para la pluralidad y, en lo que respecta al periodismo, constriñendo su libre ejercicio y el acceso a las fuentes y el derecho a la información.

Necesariamente........

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