X: @goyosalazar

En los interesantes tópicos económicos ofrecidos a fin de año en sus redes por el director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, figura un mapa de Venezuela íntegramente azul, donde los tonos más oscuros corresponden a aquellas entidades con atisbos de mejoría económica y las descoloridas a aquellas regiones donde el comportamiento va desde bajo hasta precario.

En el sencillo gráfico ilustrativo destacan en positivo, teñidas de azul marino, las cuatro entidades centrales teniendo a Caracas como epicentro, después el eje Lara-Portuguesa, que el especialista califica como «importante», Táchira y la confluencia Apure-Barinas. El resto del mapa luce un azul desvaído, casi gris, que representa lo deprimido de la economía en catorce estados.

En una ciudad de esa zona grisácea, concretamente en Punto Fijo, península de Paraguaná, nos tocó recibir este año 2024, en el que, dicho sea de paso, la inmensa mayoría de los venezolanos tenemos depositadas firmemente todas nuestras esperanzas de que sea el de la victoria electoral para la salvación de nuestro país. Aquí dejamos algunas percepciones a primera vista de la situación económica de la península falconiana.

Antes debe señalarse que Punto Fijo, de estratégica ubicación geográfica en la costa oeste de Paraguaná, tuvo el extraño privilegio, irrepetible en el ámbito nacional, de haber sido catapultado desde su nacimiento por el extraordinario impulso económico que le dieron dos de las refinerías más grandes del mundo –Cardón (1949) y Amuay (1950) – y después el importante impacto de una Zona Franca y un Puerto Libre, a lo que habría que agregar sus atractivos turísticos y su riqueza pesquera y camaronera.

No le llevó mucho tiempo convertirse en la capital económica del Estado Falcón y más tarde desplazar a Carirubana como capital del Distrito. Fue una población pujante como pocas en Venezuela.

Dos comunidades creadas para viviendas de los trabajadores petroleros, con clubes, instalaciones deportivas, religiosa y comisariatos y otros servicios esenciales. Fue tal vez una de las ciudades de más alto porcentaje de vehículos por habitantes y con gran desarrollo de viviendas de interés social por el Inavi.

*Lea también: El personaje del año, por Gregorio Salazar

Lo primero que llama la atención a quienes recordamos el dinamismo de años atrás es la soledad de las calles. Las céntricas franjas de asfalto se ven desiertas bajo un sol reverberante. Aparte de la espasmódica aparición de compradores vistas el 24 y el 31 de diciembre, aquel envidiable tráfago humano y vehicular, aquellas largas hileras de establecimientos de todo tipo y vendedores callejeros de frutas, ropa, bisutería, enseres y otras mercaderías han dado paso a una urbe silenciosa y desolada. Lo más activo del comercio se ha trasladado a la Puerta Maravén. Hasta un Sambil entristecido vio cerrar la mayoría de los locales de su feria de comida.

Diríase que esa poca presencia humana es señal inequívoca de que muchos son los pobladores que abandonaron la ciudad en busca de mejor fortuna. De hecho muchos lo intentan por mar hacia las Antillas, aventuras que terminan a veces con saldo trágico. A pesar de que las dos refinerías siguen flanqueando la ciudad por el norte y por el sur eso no evita que se formen largas colas en las bombas de gasolina como en otras regiones del país.

El terminal de pasajeros, la mayor parte del tiempo casi vacío, ofrece sólo servicios hacia tres destinos: Valencia, Coro y Maracaibo. Buena parte de su estacionamiento lo ocupa un gran cementerio de buses Yutong.

Durante los tiempos de bonanza económica con Chávez, Punto Fijo atrajo a centenares de miles de visitantes deslumbrados por la venta de electrónicos a precios de dólares preferenciales, lo que trajo aparejado un boom de construcción hotelera y surgimiento de posadas. Además se instalaron empresas para ensamblar celulares y portátiles. El florecimiento hotelero se esfumó y las ensambladoras desaparecieron.

Los endémicos problemas del agua y la electricidad, servicios fundamentales para un turismo de calidad, han sido endémicos en Falcón, pero ahora se han agravado no sólo en la árida Paraguaná. En el fin de año los habitantes de Tucacas, zona turística al este del estado, cerraron la Morón-Coro después de pasarse la última semana de diciembre sin luz.

En recorrido por la costa este, desde el faro del Cabo San Román hasta Adícora, se puede constatar que además de los antiguos pueblos hoy silenciosos, aquellas comunidades que se levantaron con la constante presencia de temporadistas, como El Supí, Tiraya, Buchuaco han quedado convertidas en pueblos fantasmas, donde puertas y ventanas fueron arrancadas por una rapiña insaciable. Adícora, viejo puerto más asentado, ha recibido una inyección de inversiones en posadas y restaurantes refinados, para disfrute de los vástagos de la élite y los enchufados practicantes de windsurf y katesurf.

Pero si el declive económico por donde se sigue deslizando aquel Punto Fijo cuyo desarrollo parecía indetenible produce tristeza, mucho más pesar lo ocasiona ver que los establecimientos educacionales donde se formaba la juventud paraguanera, como el liceo Mariano de Talavera, la Escuela de Comercio y la Escuela Técnica Industrial tiene sus plantas físicas en la ruina y las aulas con escasa presencia. Para colmo el núcleo de la Universidad Francisco de Miranda, que atendió a población estudiantil de remotos lugares el estado, apenas sobrevive, blanco de los presupuestos llevados al mínimo, los saqueos de sus equipos e instalaciones y las deserciones.

¿Cuántos años se necesitarán para ver a Paraguaná recobrar la prosperidad económica de otras épocas? Ese dinamo no se ve a la vista. Menos cuando todo indica que la industria petrolera, sin inversiones ni recurso humano capacitado, no va a resurgir de la noche a la mañana.

Vemos a Maduro jactarse vacuamente de los meses durante los cuales la economía supuestamente ha crecido. Obvio, apenas un leve repunte para el que viene de una profunda fosa. Frente a lo que viven regiones como Paraguaná, que es la mayor parte del mapa nacional, dos o tres puntos de crecimiento en 2024, como se pronostica, serán una lágrima en este océano de contracción y retroceso que nos han dejado 25 años de delirios socialistas, la destrucción más extendida y profunda del aparato económico, público y privado de Venezuela. .

Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.

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Ocaso paraguanero, por Gregorio Salazar

8 0
06.01.2024

X: @goyosalazar

En los interesantes tópicos económicos ofrecidos a fin de año en sus redes por el director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, figura un mapa de Venezuela íntegramente azul, donde los tonos más oscuros corresponden a aquellas entidades con atisbos de mejoría económica y las descoloridas a aquellas regiones donde el comportamiento va desde bajo hasta precario.

En el sencillo gráfico ilustrativo destacan en positivo, teñidas de azul marino, las cuatro entidades centrales teniendo a Caracas como epicentro, después el eje Lara-Portuguesa, que el especialista califica como «importante», Táchira y la confluencia Apure-Barinas. El resto del mapa luce un azul desvaído, casi gris, que representa lo deprimido de la economía en catorce estados.

En una ciudad de esa zona grisácea, concretamente en Punto Fijo, península de Paraguaná, nos tocó recibir este año 2024, en el que, dicho sea de paso, la inmensa mayoría de los venezolanos tenemos depositadas firmemente todas nuestras esperanzas de que sea el de la victoria electoral para la salvación de nuestro país. Aquí dejamos algunas percepciones a primera vista de la situación económica de la península falconiana.

Antes debe señalarse que Punto Fijo, de estratégica ubicación geográfica en la costa oeste de Paraguaná, tuvo el extraño privilegio, irrepetible en el ámbito nacional, de haber sido catapultado desde su nacimiento por el extraordinario impulso económico que le dieron dos de las refinerías más grandes del mundo –Cardón (1949) y Amuay (1950) – y después el importante impacto de una Zona Franca y un Puerto Libre, a lo que habría que........

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