Es costumbre nacional, más intensa aún en las zonas rurales, quemar “el año viejo”. Y si se trata de los 603 municipios en 23 departamentos que cultivan café, el muñeco que ardió el 31 de diciembre fue el adverso periodo de pérdidas y deudas acumuladas para 2024. No trajo “una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”, como en la canción de Tony Camargo.

Para entender lo acontecido, las cifras del café en 2023 no pueden analizarse, como hacen el gerente de Fedecafé, Germán Bahamón, en su informe al Congreso Cafetero, y otros analistas, con valores anuales promedios, del año completo, porque se enmascaran los hechos y no se visualiza el tramo de quiebre de junio a noviembre (mes hasta donde hay datos oficiales). Se deben comparar en 2023 dos periodos distintos: uno, el de enero a mayo, y otro, de junio en adelante.

El precio interno de compra al productor, que es la variable final, en los cinco primeros meses fue de 1.956.263 pesos por carga de diez arrobas, pero de junio a noviembre de 1.381.205, el 30 por ciento menos. Tres factores incidieron en ese resultado negativo: el primero, el valor del dólar, que bajó de 4.668 pesos en los primeros cinco meses a cerca de 4.000, el 14 por ciento menos; el segundo, el precio internacional (exdock) promedió entre enero y mayo en 2,28 dólares por libra, pero de ahí a noviembre fue de 1,93, con un bajón del 15 por ciento y, el tercer factor, el más grave, fue el descenso del diferencial que recibe el suave colombiano por calidad y escasez, que se desplomó, luego de recibir de enero a mayo 48 centavos de dólar de premio por libra, a solo 21,15 para el resto de los meses, 56 por ciento por debajo, y que en noviembre cerró con un catastrófico valor de 13 centavos, el peor en 11 meses.

No son las únicas desgracias cafeteras, aparejado va el derrumbe de la producción. De 14,75 millones de sacos de 60 kilos que se produjeron en 2019, se descendió en 2020 a 13,89, en 2021 a 12,5, a 11,08 en 2022 y en 2023 a 11,35 millones (dato, 4/1/24). Esto es, a 2022 ya se habían dejado de producir 3,6 millones de sacos, a razón de 900.000 menos por año, y a esa tragedia del caficultor se sumó el precio de venta inferior en 30 por ciento desde junio de 2023.

Como si fuera poco, los números de 2023 muestran que, pese a la producción de 11,3 millones de sacos, fue menester traer un alto porcentaje de Brasil, Perú y otros orígenes para satisfacer el consumo interno, que es de 2 millones de sacos, con lo que crece la oferta disponible que menoscaba la remuneración al productor nacional. El café consumido en Colombia es extranjero, el coeficiente de penetración de importaciones al mercado nacional es cercano al 100 por ciento, lo que además deteriora las cuentas externas del país en casi 400 millones de dólares. Escandaloso.

Lo más dramático es que, ante tan ruinosas circunstancias, ni el Gobierno Petro ni la Federación de Cafeteros toman medida alguna que siquiera modere el balance en rojo de los 550.000 productores, una cuarta parte mujeres y muchas jefas de hogar, ni se trazan correcciones para lo que viene mal y sigue mal. Fue insólita la imprecación de la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, la misma de los “millonarios arroceros”, a los caficultores por “no ahorrar en bonanza”. Emula con el despectivo “pechugones”, que Hommes les profirió en el Gobierno neoliberal de Gaviria.

Tampoco son soluciones estructurales indispensables para recuperar la caficultura, los “cuatro grandes objetivos estratégicos” esbozados por el gerente Bahamón: “La industrialización de la caficultura”, “el mantenimiento de la calidad del café de Colombia”, “la conquista de nuevos mercados que ofrezcan mejor precio” y “el desarrollo de modelos asociativos”, en la línea de “agregar valor”.

¿Con cuánto café avanzar si la producción ha caído 3,5 millones de sacos respecto a 2019?, o ¿industrializar eleva por arte de birlibirloque el precio de la materia prima?, o ¿cómo mantener la calidad si la mayoría del mercado nacional se sirve de pasillas foráneas? Soluciones burocráticas, que inician por el final, ajenas a la realidad.

El Gobierno Petro, en cuanto al café, nada de nada. Se vio en la reunión de diciembre de la bancada de congresistas de la región cafetera con los ministerios. Insuficientes apoyos en la fertilización y renovación de cafetales, de 120.000 hectáreas anuales obligatorias, por el ciclo de vida del cultivo, en 2023 solo 35.000 fueron nuevas siembras. Y frente al promocionado crédito barato de la deuda crediticia cafetera, que suma 1,95 billones de pesos, la cartera vencida iba en octubre por el 8,2 por ciento, 160.000 millones, pésimo presagio para 2024.

¿Será este otro año para quemar o vendrán masivas movilizaciones frente a la indolencia oficial? Veremos.

QOSHE - Año viejo cafetero - Aurelio Suárez Montoya
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Año viejo cafetero

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06.01.2024

Es costumbre nacional, más intensa aún en las zonas rurales, quemar “el año viejo”. Y si se trata de los 603 municipios en 23 departamentos que cultivan café, el muñeco que ardió el 31 de diciembre fue el adverso periodo de pérdidas y deudas acumuladas para 2024. No trajo “una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”, como en la canción de Tony Camargo.

Para entender lo acontecido, las cifras del café en 2023 no pueden analizarse, como hacen el gerente de Fedecafé, Germán Bahamón, en su informe al Congreso Cafetero, y otros analistas, con valores anuales promedios, del año completo, porque se enmascaran los hechos y no se visualiza el tramo de quiebre de junio a noviembre (mes hasta donde hay datos oficiales). Se deben comparar en 2023 dos periodos distintos: uno, el de enero a mayo, y otro, de junio en adelante.

El precio interno de compra al productor, que es la variable final, en los cinco primeros meses fue de 1.956.263 pesos por carga de diez arrobas, pero de junio a noviembre de 1.381.205, el 30 por ciento menos. Tres factores incidieron en ese resultado negativo: el primero, el valor del dólar, que bajó de 4.668 pesos en los primeros cinco meses a cerca........

© Revista Semana


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