¿Qué necesidad tiene una sociedad de albergar gente muy rica? Es la pregunta que se hace la profesora Ingrid Robeyns de la Universidad de Utrecht en su libro Limitarianismo: el caso contra la riqueza extrema (Limitarianism: The Case against Extreme Wealth).

Se trata de otra bien argumentada flecha en el carcaj de la búsqueda de la igualdad. Y, por supuesto, un argumento más en la campaña cultural por desacreditar el capitalismo.

Es compañera del lema de la representante a la Cámara norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez: “Gravar a los Ricos”. Limitarianismo es la manera como una sociedad establece la máxima fortuna que un individuo puede acumular, por razones prácticas y por razones éticas.

En lo de todos los días, es cierto que a veces las grandes fortunas debilitan la democracia: compran conciencias con aportes que, en general, solo ellas pueden otorgar; se apoderan de los medios de comunicación, limitan su acceso e interfieren en su contenido.

En Colombia los dos fenómenos son visibles en el amarre de las corporaciones públicas y el ejecutivo, y en el cuasimonopolio de la prensa y los medios audiovisuales. Por otra parte, la Dra. Robeyns sostiene que el estilo de vida de los muy ricos contribuye desproporcionadamente al cambio climático, por el consumismo o el uso de automotores y aviones.

Y si se reflexiona sobre cómo se adquiere una fortuna, hay, por supuesto, individuos esforzados que la han hecho a pulso, de lo que también tenemos notables ejemplos en Colombia, pero no hay que ir muy lejos para encontrar fortunas heredadas o producto de la suerte, incluido el equipo con que se viene dotado al nacer, o la clase de educación que se obtiene gracias al medio familiar. El hidalgo defensor de Cartagena en 1697, don Sancho Jimeno, nació con ventajas y bríos, y su buenamozura lo ayudó a sellar su amor con una viuda rica de la ciudad.

La otra cara de la moneda contra el limitarianismo aparece en los núcleos humanos con desigualdades que requieren mucho emprendimiento para combatir la pobreza. Aquí el límite de la riqueza está íntimamente ligado al imperativo de continuar incentivando a los empresarios para que innoven y disparen el crecimiento. Es contraproducente equivocarse a jugar al limitarianismo antes de que las fortunas personales comiencen a tornarse en fuentes de ‘desperdicio’.

Acerca de cuándo las grandes fortunas dejan de tener una justificación moral, hay un factor que los limitarianistas ignoran y que tiene que ver con una sutil y poderosa motivación del empresario: la medida del éxito. Enriquecerse estimula, por supuesto, pero después de cierto nivel las cifras en negro importan no con el ánimo de lucrarse y ser más rico, sino porque señalan que los negocios son exitosos y producen una válida satisfacción personal.

Es muy peligroso entonces poner límites a la tenencia y a posibles excesos de una vida de lujos, sin enfatizar primero las motivaciones que hacen andar el mundo, en el que los ricos pasan a más ricos porque generan riqueza.

RODOLFO SEGOVIA
​Exministro e historiador.

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Rico y muy rico

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02.02.2024

¿Qué necesidad tiene una sociedad de albergar gente muy rica? Es la pregunta que se hace la profesora Ingrid Robeyns de la Universidad de Utrecht en su libro Limitarianismo: el caso contra la riqueza extrema (Limitarianism: The Case against Extreme Wealth).

Se trata de otra bien argumentada flecha en el carcaj de la búsqueda de la igualdad. Y, por supuesto, un argumento más en la campaña cultural por desacreditar el capitalismo.

Es compañera del lema de la representante a la Cámara norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez: “Gravar a los Ricos”. Limitarianismo es la manera como una sociedad establece la máxima fortuna que un individuo puede acumular, por razones prácticas y por razones éticas.

En lo de todos los días, es cierto que a........

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