Las Islas del Rosario nacieron en la Colonia como Islas de Barú. El actual nombre es reciente. Dejaron de ser baldíos muy temprano, por mercedes de tierras a propietarios conocidos, pero, al carecer de potencial agrícola, se abandonaron. Siguieron teniendo dueños que preferían Barú porque las nubes de mosquitos hacían inhabitable Isla Grande. El coco no prosperó. Pronto le cayó la porroca. No eran codiciadas. Es equívoco hablar de raizales, una abstracción de los antropólogos. Que se sepa, don Sancho Jimeno, el defensor de Bocachica en 1697, no anduvo por allí.

Hace apenas 75 años, los cartageneros comenzaron a visitar las Islas y algunos a establecerse. Fueron comprando "derechos" a propietarios tradicionales. Hicieron casas rústicas, refugios de pesca, abrigos primitivos con fondeaderos. Fueron los mejores años, antes de la dinamita. Los turistas de hoy no aceptarían los modestos albergues infestados de mosquitos de antaño.

Más tarde llegaron las plantas eléctricas con sus abanicos que defendían contra los mosquitos. Los cartageneros fueron mejorando las casas. Colombianos de todas partes compraron terrenos y ranchos de pesca, y densificaron la ocupación con chalés muy bonitos. La última ola fueron hoteles de todos los precios. El pueblo de Orika, mientras tanto, no era más que un pequeño fantasma -unas casuchas y una tienda-porque la poca población que se asentó en Isla Grande era interiorana y dispersa. El pueblo actual es del siglo XXI.

Orika creció como hogar de artesanos, comerciantes, pescadores y muchos trabajadores hoteleros, y sus descendientes para servir las Islas. También han llegado más recientemente migrantes sin oficio, muchos víctimas de la violencia. Un simple censo de Orika establecería que los mal llamados raizales son advenedizos. Raizales han sido los cartageneros, puesto que las Islas han hecho siempre parte del Municipio de Cartagena. Muchos pagaban catastro.

En 1986, se determinó por el Incora, la Agencia Nacional de Tierras (ANT) de la época, que las Islas del Rosario “nunca habían tenido un régimen especial dentro de la vida político-administrativa del país”, como quien dice no existían porque no tenían titulación.

Eran, por lo tanto, baldíos. No se objetó a tiempo. Nada sucedió en los años siguientes, y se continuó construyendo en la Islas con cuantiosas inversiones toleradas, hasta el 2008, cuando la envidia, el populismo y las ambiciones políticas se dieron la mano para expoliar a los riquitos de las Islas, refugio de oligarcas. A la postre bajó la marea y se llegó a soluciones prácticas de arriendo que la ANT no supo administrar. Los incumplimientos y trampas se le salieron de las manos.

Ahora la consigna es entregar las Islas a la Comunidad de Orika. Se desboronarán los palacetes. La salinidad y los temporales no dan tregua. Mantenimiento requiere recursos, muchos recursos, y voluntad tenaz para contrarrestar al mar. Y eso ¿de dónde va salir? ¿De este organizado Gobierno? Mejor se haría pactando con los arrendatarios cumplidos para salvar una parte. Por el momento, empero, las Islas del Rosario están ideológicamente secuestradas y sin atisbo de rescate.

RODOLFO SEGOVIA
Exministro e historiador

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Las islas secuestradas

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19.01.2024

Las Islas del Rosario nacieron en la Colonia como Islas de Barú. El actual nombre es reciente. Dejaron de ser baldíos muy temprano, por mercedes de tierras a propietarios conocidos, pero, al carecer de potencial agrícola, se abandonaron. Siguieron teniendo dueños que preferían Barú porque las nubes de mosquitos hacían inhabitable Isla Grande. El coco no prosperó. Pronto le cayó la porroca. No eran codiciadas. Es equívoco hablar de raizales, una abstracción de los antropólogos. Que se sepa, don Sancho Jimeno, el defensor de Bocachica en 1697, no anduvo por allí.

Hace apenas 75 años, los cartageneros comenzaron a visitar las Islas y algunos a establecerse. Fueron comprando "derechos" a propietarios tradicionales. Hicieron casas rústicas, refugios de pesca, abrigos primitivos con........

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