Después de los alborotos que desde el 2021 se hacían pasar por el alma del país, casi todo ha vuelto a su cauce.

Las Primeras Líneas no representan a nadie. Sin violencia prerrevolucionaria, ni siquiera lograron arrastrar el fervor popular hacia su ídolo y financiador: Gustavo Bolívar. Este es un país cuerdo que no se deja embaucar así, no sin razón, lo arrastre brevemente la insania del cambio. A la hora de la verdad, empero, prefiere reflexionar.

Bogotá merece capítulo aparte: allí le sacaron una muela sin cloroformo a Petro. Pero en el enorme y veces lejano país de verdad, las cosas simplemente regresaron a su cauce. Un somero repaso muestra como en casi todas partes ganó la política que se hace todos los días sin estridencias.

Abrumadoramente, las fuerzas regionales volvieron por sus fueros y ganaron la mayoría de lo propuesto en las urnas. Y ello aplica también a los nichos que ha ido consolidando la izquierda, con métodos tradicionales.

En el Magdalena, donde un profesor valeroso se enfrentó desde la rectoría de la universidad al más paramilitar de los gobernadores de hace 15 años, la izquierda ha prosperado bajo su tutela y le ha ganado a los de siempre con sus propias herramientas.
O en Nariño, donde Navarro Wolf, como gobernador hace más de 20 años, fue a poner un huevito que ha empollado a la izquierda y sigue cacareando.

El resto del país electoral optó por el abanico entre la centroderecha y la centro izquierda
con desplazamiento de matices, y, a veces, hay que decirlo, con énfasis devastador en el rechazo a la insania del cambio, como en el martirizado Valle del Cauca.

Don Sancho Jimeno, el adalid de Bocachica en 1697, conoció el cambio y lo aceptó cuando los Borbones trajeron a España la modernización del Estado. No les fue fácil; el cambio siempre, siempre, despierta resistencias. Lo que hace un mes todavía parecía expedito y avivado por imágenes de plazas pobladas desembocó en un rotundo portazo a la insania del cambio en Bogotá.

Una ciudad entera, adicta a reclamar el cambio, salió a decirle a Petro primero: no interfiera; segundo: sus desbocados cambios agobian; tercero: no toleramos su preferencia por los malos de revolver y navaja; y, por último: varias cosas más de larga enumeración.

Todo mientras el cambio, bien pensado y sin ideologizarlo, sigue siendo muy popular. El crujido al centro ha sido especialmente sonoro porque Bogotá ha respirado aires de izquierda desde Jorge Eliecer, Lucho, Samuel, el propio Petro y la moderada Claudia. Es la insania la que ha malbaratado ese patrimonio electoral.

Dados los sesgos mentales de Petro, darle consejo es una insania. Ojalá no se le dé por recordar, sin embargo, que, en plena euforia de la victoria Sandinista, Fidel le aconsejó a Ortega no hacer elecciones. Las hizo y perdió. Maduro ahora opta por un gambito similar. Nada de Corina. El pueblo es peligroso. ¿Será esa la lección que recogerá Gustavo?


Rodolfo Segovia
Exministro e historiador.

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La insania del cambio

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03.11.2023

Después de los alborotos que desde el 2021 se hacían pasar por el alma del país, casi todo ha vuelto a su cauce.

Las Primeras Líneas no representan a nadie. Sin violencia prerrevolucionaria, ni siquiera lograron arrastrar el fervor popular hacia su ídolo y financiador: Gustavo Bolívar. Este es un país cuerdo que no se deja embaucar así, no sin razón, lo arrastre brevemente la insania del cambio. A la hora de la verdad, empero, prefiere reflexionar.

Bogotá merece capítulo aparte: allí le sacaron una muela sin cloroformo a Petro. Pero en el enorme y veces lejano país de verdad, las cosas simplemente regresaron a su cauce. Un somero repaso muestra como en casi todas partes ganó la política que se hace todos los días sin estridencias.........

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