22/03/202421/03/2024 Philip Marlowe interpretado por Humphrey Bogart.

No es ningún secreto que me dedico a eso que ahora llaman true crime, y que me paso horas leyendo, estudiando y escribiendo sobre crímenes reales, asesinos y víctimas. Creo, sinceramente, que estudiar los crímenes nos permite conocer la sociedad y la mentalidad de la época en la que son cometidos casi mejor que muchos tratados de Historia y Sociología, pues los crímenes dejan al descubierto los mecanismos de poder, los prejuicios, las contradicciones y hasta las modas de cada época. Por eso mismo, y al contrario de lo que la mayoría de las novelas y películas nos quieren hacer creer, es muy difícil encontrar eso que llamamos "el mal absoluto".

Por muy aterradores que nos puedan parecer, lo cierto es que los Gerald Shaefer, los Jeffrey Dahmer o los Kenneth Bianci son más bien una excepción en la historia del crimen, pues la mayoría de los asesinos y asesinas son seres bastante normales y anodinos, y los motivos que suele haber detrás de los asesinatos y los delitos son mucho más banales y humanos de lo que nos gusta reconocer: avaricia, hipocresía, celos, envidia, ambición, estupidez, ego desmedido... esas pequeñas miserias de las que todos somos culpables en algún momento de nuestras vidas y que, en algunas ocasiones, llevan a personas totalmente normales a hacer cosas horribles.

Por ponerlo en términos que todos podamos entender -o al menos en los términos en los que yo suelo entender las cosas- la mayoría de los asesinos se parecen más a Jerry Lundegaard, el protagonista de la película Fargo, que a Hannibal Lecter. Y eso sí que da miedo, pues nos coloca a todos mucho más cerca del mal -de hacerlo y de padecerlo- de lo que creemos.

Otra cosa que me han enseñado todas las horas que le he dedicado al crimen es que casi nadie se considera el villano de su propia historia, y que, además, es bastante sencillo encontrar una justificación para excusar nuestras (malas) acciones: para David Berkowitz era un perro satánico, para Edmund Kemper, una madre cruel, para Lizzy Borden, una madrastra y las ansias de independencia económica... Ninguno de nosotros sería capaz de levantarse de la cama cada día sabiéndose un villano sin conciencia, por eso todos necesitamos una excusa para nuestras pequeñas o grandes miserias, un relato exculpatorio que nos permita mirarnos al espejo y seguir existiendo.

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La narrativa reaccionaria, sin embargo, nos ha llevado a afirmar sin pudor que hoy en día basta con la palabra de una mujer para destrozarle la vida a un hombre, y que los pobres HCAM ya no pueden subirse a un ascensor a solas con una chica sin temor a que esta les denuncie. Nos dicen, también, que el Me Too ha sido una revolución que ha transformado para siempre las relaciones de poder, porque mirad si no al otrora todo poderoso Harvey Weinstein, que está ahora pudriéndose en la cárcel.

Se acabó la impunidad, circulen, aquí ya no hay nada que ver. Se han destapado los casos y se han pagado las consecuencias, carreras y trayectorias de hombres ilustres se han visto mancilladas para siempre, nos dicen apenados, qué importa que por el camino estos arrasaran las vidas y las trayectorias profesionales de las mujeres que les denunciaron y de las que abusaron, ellas no son un genio, una institución cultural, un spin doctor que construye y destruye carreras políticas con el solo chasquido de sus dedos o un director de culto. Y es que hoy en día a cualquier cosa se le llama abuso y amenaza, estamos sometidos a la dictadura de la generación de cristal, que parece que están hechos de mantequilla, que es que ya no se puede ni piropear a las mujeres, lloriquean en redes, radios, podcast y televisiones los aspirantes a galán.

Pero los HCAM han podido florecer, crecer y echar raíces, gracias a todo un ecosistema a su alrededor que les ha amparado, protegido, justificado y que, llegado el caso, no va a dudar en ovacionarles en pie. Un ecosistema del que no logramos escapar del todo y que también hemos alimentado en algún momento porque, si bien está feo lo de Plácido Domingo, lo cierto es que todos sabemos que el mundo de la ópera es así, elitista y conservador y que por tanto su público seguro que está más dispuesto a perdonar que su ídolo sea un acosador sexual, así que no sé por qué nos escandaliza que, pasado un tiempo prudencial, este pueda anunciar su regreso triunfal a España mientras se nos da a entender que es el tenor, y no sus víctimas, quien realmente merece una disculpa de nuestra parte.

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22.03.2024

22/03/202421/03/2024 Philip Marlowe interpretado por Humphrey Bogart.

No es ningún secreto que me dedico a eso que ahora llaman true crime, y que me paso horas leyendo, estudiando y escribiendo sobre crímenes reales, asesinos y víctimas. Creo, sinceramente, que estudiar los crímenes nos permite conocer la sociedad y la mentalidad de la época en la que son cometidos casi mejor que muchos tratados de Historia y Sociología, pues los crímenes dejan al descubierto los mecanismos de poder, los prejuicios, las contradicciones y hasta las modas de cada época. Por eso mismo, y al contrario de lo que la mayoría de las novelas y películas nos quieren hacer creer, es muy difícil encontrar eso que llamamos "el mal absoluto".

Por muy aterradores que nos puedan parecer, lo cierto es que los Gerald Shaefer, los Jeffrey Dahmer o los Kenneth Bianci son más bien una excepción en la historia del crimen, pues la mayoría de los asesinos y asesinas son seres bastante normales y anodinos, y los motivos que suele haber detrás de los asesinatos y los delitos son mucho más banales y humanos de lo que nos gusta reconocer: avaricia, hipocresía, celos, envidia, ambición, estupidez, ego desmedido... esas pequeñas miserias de las que todos somos culpables en algún momento de nuestras vidas y que, en algunas ocasiones, llevan a personas totalmente normales a hacer cosas horribles.

Por ponerlo en términos que todos........

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