03/04/202402/04/2024 El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (d), junto al vicepresidente, Juan García Gallardo (i), en el parlamento regional. EFE /Nacho Gallego / NACHO GALLEGO EFE

La nueva normativa de "discordia" que anuncian PP-VOX en las Comunidades Autónomas refleja el giro a la ultraderecha que los dirigentes del Partido Popular están asumiendo, volviendo a sus orígenes, ligados a la ideología fascista como herederos del franquismo. Herederos que, ante la tardanza en retornar a los pasillos del poder, se están apresurando a blanquear y ocultar su pasado mediante normativas autonómicas que les permitan un permanente lawfare jurídico contra quien quiera recuperar la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición que consagra el derecho y la justicia internacional.

Con el habitual lenguaje neorwelliano que utiliza la ultraderecha (acusando a los demás de lo que ellos practican, sea adoctrinar, odiar o perseguir) anuncian leyes de "concordia", que deberían ser denominadas realmente de "discordia", con la intención de blanquear el fascismo, del que se sienten orgullosos y ante el que afirman con rotundidad, incluso en el parlamento europeo, que no tiene sentido condenarlo: "condenar el franquismo no tiene ningún sentido puesto que somos herederos y la historia es la que es".

Lo grave es la cesión de los conservadores del PP frente al relato negacionista de la ultraderecha de VOX. Lo peligroso es que la derecha ha comprado este marco ideológico "echándose al monte", de la mano de la ultraderecha, y llegan a afirmar que las leyes de memoria son un "atentado contra la libertad política, de pensamiento y de cátedra" y "un instrumento para enfrentar y dividir a los españoles con una visión obligada de buenos y malos".

No es que el PP no compartiera esa ideología. Pero antes, cuando gobernaba y tenía los poderes del estado atados y bien atados, la tenía integrada en su seno (Abascal siempre vivió de algún chiringuito en el PP) y con las riendas domadas. Ahora, cuando ve peligrar lo más mínimo su control del poder, sus privilegios y su impunidad, bajan el telón de la ficción democrática y se echan al monte, soltando a su jauría de perros como avanzada, para "cazar" a todo aquel que les quiera nombrar y recordar su pasado, su responsabilidad y su connivencia con la dictadura, la represión y el fascismo.

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No les importa incluso derogar sus propios decretos (como así lo ha hecho en Castilla y León) con tal de frenar y dar marcha atrás a cualquier intento de restaurar la verdad, la justicia y la reparación, alegando en ese neolenguaje que dice lo contrario de lo que señala, que se hace por "rigor histórico" y "criterio científico", dejando con la boca abierta y mudos ante tamaña barbaridad a todos los especialistas en Historia.

Pero si sabemos leer en su doble lenguaje, veremos que realmente no mienten del todo. La primera acepción del término concordia en el diccionario de la Real Academia Española es "conformidad". Y esto es lo que pretenden. Conformidad de nuevo con el relato del segundo franquismo, cuando el relato de la "cruzada nacional" dejó de ser creíble y desde las filas del propio régimen empieza a hablarse de "guerra entre españoles".

Las generaciones de la democracia hemos sido "educados" desde esta interpretación basada en la supuesta equidistancia: en el reparto de responsabilidad entre "dos bandos", en que fue una "guerra fratricida", en que "todos hicieron barbaridades", etc. Esto ha alentado la pervivencia de ese franquismo sociológico en la sociedad española, que ahora ha puesto de manifiesto el resurgimiento de un grupo político como VOX que ha restaurado en España la imaginería, los postulados, el odio y la violencia "sin complejos" del fascismo "con orgullo".

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Por eso, hoy más que nunca hay que educar en el antifascismo. Sin concesiones ni medias tintas. Porque no se puede ser demócrata sin ser antifascista y condenar claramente y sin ambages la dictadura franquista.

Se puede leer más sobre el tema en el libro titulado La asignatura pendiente o en el libro La historia silenciada del autor de este artículo.

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La nueva normativa de "discordia" que anuncian PP-VOX en las Comunidades Autónomas refleja el giro a la ultraderecha que los dirigentes del Partido Popular están asumiendo, volviendo a sus orígenes, ligados a la ideología fascista como herederos del franquismo. Herederos que, ante la tardanza en retornar a los pasillos del poder, se están apresurando a blanquear y ocultar su pasado mediante normativas autonómicas que les permitan un permanente lawfare jurídico contra quien quiera recuperar la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición que consagra el derecho y la justicia internacional.

Con el habitual lenguaje neorwelliano que utiliza la ultraderecha (acusando a los demás de lo que ellos practican, sea adoctrinar, odiar o perseguir) anuncian leyes de "concordia", que deberían ser denominadas realmente de "discordia", con la intención de blanquear el fascismo, del que se sienten orgullosos y ante el que afirman con rotundidad, incluso en el parlamento europeo, que no tiene sentido condenarlo: "condenar el franquismo no tiene ningún sentido puesto que somos........

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