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20 de abril de 2024

15.30 horas

La mochila que encajo en el compartimento del avión que me lleva a Turquía me la prestaron, como la linterna que guardo en uno de sus bolsillos o el coletero que me aprieta la muñeca derecha. Tengo la sensación de que yo sólo llevo mi cuerpo, y un ordenador y un móvil nuevos que me facilitó Público por si Israel decidía acabar con mi equipo. Este cuerpo que ahora se abrocha el cinturón del avión ha sido impulsado por muchos otros: por la amiga que te ayuda a cerrar la maleta, por el periódico que apuesta por contar esta historia y por todos aquellos que me abrazaron y me dijeron al oído "¡ánimo!", "¡suerte!", "todo va a salir bien".

Claro que saldrá bien. ¿Por qué no iba a hacerlo? Sólo somos un puñado de periodistas de todo el mundo queriendo reportajear cómo 300 personas de 40 nacionalidades tratan de llevar a la Franja de Gaza 5.500 toneladas de ayuda humanitaria. Activistas, políticos y juristas occidentales ponen su cuerpo para proteger la carga que podría aliviar la hambruna de millón y medio de personas en Gaza. Todos somos civiles. Civiles. Esta palabra eleva su significante al máximo en un contexto de preludio bélico en la región. Somos las manos que sujetan las manos de quienes nos cuidan, la boca que pide agua, el cuerpo que reclama descanso. Exactamente como aquellas a las que se asesina en Gaza. Somos y no somos, porque las posibilidades que me brinda mi pasaporte granate y mi capacidad de elección no se parecen en nada a la experiencia de vida de quienes son hacinados en la ratonera de la Franja de Gaza.

21.00 horas

Aviso al periódico de que he llegado a mi hotel. He viajado con un seguro de viaje estándar mientras espero a que se gestione el seguro extraordinario que hemos solicitado a varias compañías. Desde la redacción están preocupados por si no llegan a tiempo. Eso me impediría embarcar. Yo, por mi parte, todavía no he recibido respuesta de las aseguradoras. Es lo único que nos falta por cerrar del papeleo de mi viaje, pero los tiempos de la burocracia no son los tiempos del periodismo. Desde mi cama en Estambul, sólo 700 km nos separan del genocidio. Israel niega tajantemente este término, aunque la relatora de la ONU asegurara que hay suficientes indicios para considerar que sí está ocurriendo y a pesar de que la Corte Internacional de Justicia haya instado a Tel Aviv a tomar medidas para prevenir actos genocidas en Gaza. Entre ellas, permitir la entrada de ayuda humanitaria. Pero los camiones de alimento y medicinas llegados de todo el mundo se acumulan a las puertas de Rafah. Después de los atentados cometidos por Hamas contra población israelí el 7 de octubre de 2023, el ministro de Defensa sionista, Yoav Gallant, fue claro: "No habrá electricidad, ni comida, ni agua en Gaza". Cumplió su promesa. Ahora, 1,6 millones de bocas hambrientas piden ayuda a una comunidad internacional que esconde las manos tras la espalda y asegura tenerlas atadas.

Montarse en este barco, como activista o como periodista, es también un ejercicio desesperado de ensanchar la esperanza. Un intento de sublevarnos contra la idea de que no hay nada que podamos hacer mientras un Estado que ha sido marcado con la herida del holocausto reproduce una masacre similar 60 años después.

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La mochila que encajo en el compartimento del avión que me lleva a Turquía me la prestaron, como la linterna que guardo en uno de sus bolsillos o el coletero que me aprieta la muñeca derecha. Tengo la sensación de que yo sólo llevo mi cuerpo, y un ordenador y un móvil nuevos que me facilitó Público por si Israel decidía acabar con mi equipo. Este cuerpo que ahora se abrocha el cinturón del avión ha sido impulsado por muchos otros: por la amiga que te ayuda a cerrar la maleta, por el periódico que apuesta por contar esta historia y por todos aquellos que me abrazaron y me dijeron al oído "¡ánimo!", "¡suerte!", "todo va a salir bien".

Claro que saldrá bien. ¿Por qué no iba a hacerlo? Sólo somos un puñado de periodistas de todo el mundo queriendo reportajear cómo 300 personas de 40 nacionalidades tratan de llevar a la Franja de Gaza 5.500 toneladas de ayuda humanitaria. Activistas, políticos y juristas........

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