Subiendo –o bajando– al Yoar, en Aguilar de Codés, hay una placa en memoria de los hermanos gemelos Carballeda, fallecidos en aquel lugar a los 15 o 16 años mientras practicaban la escalada. Su padre, un experimentado montañero, fue testigo de aquel fatal accidente. El lunes, en Arette, otro padre contempló cómo se esfumaba la vida de lo más preciado que hay en una vida: una hija, en este caso.

La adolescente, de tan solo 14 años, resbaló y cayó por una pendiente de roca sin que su padre pudiera hacer nada. Cuando lees cosas así, cuando te acuerdas de los Carballeda, cuando te acuerdas de los 6 jóvenes que en el 85 murieron en el alud de Candanchú, cuando rememoras la corta pero dramática lista de personas jóvenes que se nos han ido en las montañas se te pone un nudo en la garganta que no se aclara ni con toda el agua que nos ha caído estos días pasados.

Morir en la montaña, sin duda uno de los lugares donde nos sentimos más vivos, es, por desgracia, una posibilidad que está ahí para cualquiera, pero que se hace especialmente dolorosa cuando quien fallece aún no ha llegado a la vida adulta o justo acaba de llegar. Es una contradicción en sí misma de una magnitud colosal, a la que se le une un volumen de dolor tal que no hay no ya palabras para describirlo sino que no hay libros escritos siquiera por los más grandes escritores que nos puedan aproximar a la tristeza que sienten los padres y madres que ven partir a los suyos en circunstancias de este calibre. Ante días así, en mitad de unas jornadas festivas, solo queda pedir de nuevo a la comunidad que esté a tope con esa familia y esos amigos y que esa cercanía y solidaridad no decaigan con el paso del tiempo, porque todo y más se necesita para sostenerse cuando sucede algo de este cariz. Mucho ánimo para todos y todas, especialmente para ese padre que ha vivido en primera persona el drama.

QOSHE - Dolor - Jorge Nagore
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Dolor

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03.04.2024

Subiendo –o bajando– al Yoar, en Aguilar de Codés, hay una placa en memoria de los hermanos gemelos Carballeda, fallecidos en aquel lugar a los 15 o 16 años mientras practicaban la escalada. Su padre, un experimentado montañero, fue testigo de aquel fatal accidente. El lunes, en Arette, otro padre contempló cómo se esfumaba la vida de lo más preciado que hay en una vida: una hija, en este caso.

La adolescente, de tan solo 14 años, resbaló y........

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