Albert Montagut

Las críticas al mastodóntico nuevo Santiago Bernabéu no han hecho más que empezar, aunque veremos si prosperan. Los vecinos del Paseo de la Castellana y de las calles Padre Damián y Rafael Salgado, del paseo de La Habana y la avenida de Concha Espina, han levantado la voz. Algunos serán madridistas, pero no están dispuestos a que su calidad de vida empeore y el valor de sus viviendas decrezca. Pero, ¿sus quejas no llegan demasiado tarde?

Una luminosidad inaguantable del estadio durante dos o tres noches semanales, miles y miles de aficionados inundando la zona, colapsando los servicios y los transportes públicos de la zona... generan un auténtico caos. El nuevo Bernabéu, situado en el centro mismo de la ciudad de Madrid, es insostenible.

Existe, además, la intención del Real Madrid CF de construir dos aparcamientos de tres pisos en la Castellana, y para el colmo, para poner en servicio uno de los aparcamientos será necesario hacer un nuevo túnel que atravesará el subsuelo de varias manzanas de la zona norte.

No se explica como durante estos tres años los vecinos no se han unido para protestar contra el mastodonte que se estaba construyendo. En Barcelona, la asociación de vecinos de Les Corts lleva años poniendo en apuros al FC Barcelona con el Espai Barça, y los permisos de construcción han llegado casi cinco años después de que los socios aprobaran el nuevo estadio.

Que existen dos concepciones de ciudad muy diferentes, Madrid-Barcelona, es una realidad. En ambas urbes los conceptos de desarrollo urbanístico y sostenibilidad son muy diferentes. Desde hace más de 40 años en Barcelona se construye con mucha lentitud y atravesando un laberinto de permisos. No parece ser lo mismo en Madrid. Florentino Pérez ha conseguido recalificaciones y obras en tiempos récords, y en algunos casos tirando por la calle de en medio.

La monstruosidad del nuevo Bernabéu puede que encaje en los planes de convertir Madrid en una macrociudad que sea un polo de inversión. Es cierto que el gasto público en la capital es desproporcionado si se compara con otros proyectos de remodelación de otras ciudades. Pero algo es bien cierto. Los problemas que se detectan durante un proyecto y la finalización de una obra se multiplican con el paso del tiempo.

Lo que pueda ocurrir en Madrid es difícil de predecir. Pero a día de hoy, el control de Florentino Pérez llega mucho más allá de los estamentos deportivos. Antiguo concejal y director general de Infraestructura del Transporte del Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones, antes de ser multimillonario, Pérez conoce los entresijos y el quién es quién. Y lo consigue todo. ¿Podrá silenciar el caos que colapsa Madrid cada partido y en cada concierto?

El Barça debe tomar nota. El nuevo Camp Nou con todos los permisos ya en marcha deberá ser una obra sostenible, ecológica, mediterránea y que encaje con la ciudad. En esta ciudad de los arquitectos, los barceloneses se han visto desde hace años inmersos en transformaciones muy profundas. En todas ellas siempre hubo la idea de que la ciudad tuviera un cierto balance. Ha habido equivocaciones y quejas vecinales y las seguirá habiendo, porque la ciudad debate sin parar sobre la propia ciudad. Una monstruosidad como el nuevo Bernabéu sería inconcebible en Barcelona.