Para aquel entonces, ya nadie dudaba de que la vida era una miserable complejidad en la que los corruptos y los maleantes solían ganar; pero nadie esperaba que una lógica tan aberrante podría afectar tanto en la muerte.

Alberto Corteza así lo entendió luego de que su compadre de años le contó que se había topado con un animal, más alimaña que gusano, que afirmaba haber sido en vida un ilustre magistrado de corte y hábito jurisprudencial, que, sin embargo, supo dejarse dominar por la política y el poder.

Corroído por la duda, Alberto Corteza, que hace rato ya se sabía muerto, fue directo donde la gitana del pueblo, que hace no mucho le dijo que los ruines y los seres de alma pobre eran quienes adaptaban formas horrendas en castigo por sus canalladas.

Alberto Corteza la encontró como siempre, sobre su vieja carreta vendiendo sus productos, exhibiendo los dotes que le había dado la naturaleza y embaucando ilusos con sus productos de fantasía e ilusión. El compadre tuvo que esperar un buen rato hasta que la mujer despachó a sus compradoras y dejó satisfecho el ojo morboso de los maridos que se deleitaban con la escultural figura de la calé.

En su espera pudo ver sin sorpresa, algo que ya suponía desde hace rato, su pueblo estaba inundado de alimañas que iban y venían por los rincones, se encaramaban en los árboles y se escondían en las esquinas.

Cuando por fin pudo, se acercó a la mujer y, con premura y voz humilde, le preguntó sobre la verdad y certeza de su afirmación.

—¡A fe mía es verdad! —indicó la mujer; y ahí, sin aviso previo, relató con detalle la lógica que manejaba la muerte con los traidores y malvivientes.

La mujer afirmó que cuando uno se muere pierde la cáscara que le cobijó en vida y sólo retiene ciertas memorias, las que le ayudan a proyectar sus recuerdos en un tiempo y espacio indefinido entre la muerte y una nueva vida, era por eso que los sitios y lugares del más allá siempre estaban mal armados y se veían desencajados, porque eran simplemente recuerdos mal rememorados.

En esos lugares, prosiguió, se aglutinan las almas alrededor de las parcas más cercanas; porque muertes hay más de una, y son estas entidades las que te juzgan. Ahí los muertos se enfrentan a su realidad y sin la pasión de la carne y en ausencia del ego, son corroídos por la culpa, convirtiéndose en las imágenes más horrendas que recuerden; por eso son gusanos, o ratas, o mezclas de todo, criaturas horribles que deambulan en las alcantarillas de un mundo que no es un mundo.

Alberto Corteza agradeció y se marchó afligido, pues conociendo a la humanidad, temió que muy pronto el pueblo quedaría inundado de alimañas.

QOSHE - Alberto Corteza, la gitana y las alimañas - Ronnie Piérola Gómez
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Alberto Corteza, la gitana y las alimañas

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12.01.2024

Para aquel entonces, ya nadie dudaba de que la vida era una miserable complejidad en la que los corruptos y los maleantes solían ganar; pero nadie esperaba que una lógica tan aberrante podría afectar tanto en la muerte.

Alberto Corteza así lo entendió luego de que su compadre de años le contó que se había topado con un animal, más alimaña que gusano, que afirmaba haber sido en vida un ilustre magistrado de corte y hábito jurisprudencial, que, sin embargo, supo dejarse dominar por la política y el poder.

Corroído por la duda, Alberto Corteza, que hace rato ya se sabía muerto, fue directo donde la gitana del pueblo, que hace no mucho le dijo que los........

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