La política se tiene que estudiar y ver siempre desde la perspectiva de los juegos del poder. En esos escenarios de arenas movedizas, interactúan estrategias y tácticas de toda índole, como en una partida de ajedrez.

En los escenarios de los juegos del poder, más que la inteligencia, prevalecen la astucia, la maniobra baja, los trucos y artimañas. Es en la política —nunca peor en otro lugar— donde los hombres se convierten en verdaderos demonios. Ahí, sin filtros, expresan su esencia y naturaleza, poniendo de manifiesto los laberintos fétidos de la conciencia y el alma.

En ese contexto de juegos del poder, intentaremos describir la pugna que existe hoy al interior del partido que gobierna Bolivia desde 2006. Luego de 15 años, en los que se constituyó como el partido más importante de la historia política nacional, hoy atraviesa un proceso de división irreversible. Literalmente, está partido en dos. Esta división modificó el campo político tradicional entre oficialismo y oposición. Y alteró también las interacciones en los juegos de poder.

En estas nuevas interacciones tenemos, por un lado, a la facción evista, conformada por políticos que fueron desplazados del poder como resultado de la crisis de octubre y noviembre del 2019 y que derivó en la renuncia y abrupta huida de Morales. Pensaron que su alejamiento del poder era transitorio. Para el retorno triunfal diseñaron, en primera instancia, el vacío de poder, que no tuvo éxito a raíz de la inesperada sucesión constitucional. Planificaron luego, la candidatura de Luis Arce. Esto, tampoco funcionó. Si bien el MAS recupera el poder, ellos, con el nuevo Gobierno y la nueva cúpula, más bien serán desplazados definitivamente, con mucho trauma y resentimiento de por medio.

En todos ellos, sobre todo, en el excaudillo, el dolor y la desesperación es evidente. A tal extremo llega esa desesperación que, dos años antes de las elecciones de 2025, de modo pintoresco, sin primarias de por medio, se autoproclama candidato de su partido. Ahora bien, esa facción, la evista, no solo es desplazada del poder, sino también abandonada a sí misma por todos los movimientos sociales que se reacomodan a la nueva correlación de fuerzas.

Por otro lado, en la vereda del frente, tenemos a la nueva elite azul que toma las riendas del poder en noviembre de 2020, con Luis Arce Catacora. Estos, en la lectura de la facción evista, tenían el carácter transitorio, pues debían ceder todos los espacios a la anterior cúpula. Evo Morales debía gobernar desde el trópico. Empero, la nueva elite en función de gobierno desarrollará, en poco tiempo, esto que parece inevitable en política: la adicción al poder. Después, sin ceder ningún espacio, promoverá, para continuar en el Gobierno en el poder, la candidatura del “hermano Lucho”.

Ejercen el poder con las mismas mañas y prácticas, cuando no, incluso más pragmáticos y eficientes. Han cultivado mejor que sus predecesores la astucia, la maniobra baja, los trucos y artimañas. Ahora, quién diría, la facción evista es víctima de todos esos abusos y tropelías, que ellos mismos practicaron cínicamente durante 14 años, subordinando políticamente a todos los Órganos del Estado.

Esta división, dicho sea de paso, no tiene raíz ideológica, es una división más bien provocada por los intereses en los juegos del poder.

Pues bien, la disputa política entre estas dos facciones, básicamente, se desarrolla en dos ámbitos: en el control de los movimientos sociales y en la querella por la sigla. Tener el control de las organizaciones sociales matrices es asegurarse del poder a través del voto corporativo. Y contar con la sigla, electoralmente, es una potencial ventaja.

En el control de los movimientos sociales, la facción arcista tiene muchas ventajas. El apoyo, en la relación corporativa, de las organizaciones sociales es para quien detenta el poder. La facción evista se habría quedado solo con las organizaciones paralelas creadas por ellos mismos. En la disputa por la sigla, las interacciones son intensas y se prolongarán hasta el nuevo congreso del partido. Ahí, entonces, se concentrarán los juegos del poder: en la convocatoria, la definición del lugar y la acreditación de participantes.

En estas pugnas y juegos del poder, por el control de los movimientos sociales y la sigla, tendría que imponerse quien tiene más recursos y ventajas. Bien utilizados esos recursos, podrían no solo anular al enemigo, sino también destruirlo. En 2024, los juegos de poder orbitarán en ese sentido. O se elimina definitivamente al enemigo, o, este, se impone.

QOSHE - Los juegos del poder en el MAS - Rolando Tellería A.
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Los juegos del poder en el MAS

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24.12.2023

La política se tiene que estudiar y ver siempre desde la perspectiva de los juegos del poder. En esos escenarios de arenas movedizas, interactúan estrategias y tácticas de toda índole, como en una partida de ajedrez.

En los escenarios de los juegos del poder, más que la inteligencia, prevalecen la astucia, la maniobra baja, los trucos y artimañas. Es en la política —nunca peor en otro lugar— donde los hombres se convierten en verdaderos demonios. Ahí, sin filtros, expresan su esencia y naturaleza, poniendo de manifiesto los laberintos fétidos de la conciencia y el alma.

En ese contexto de juegos del poder, intentaremos describir la pugna que existe hoy al interior del partido que gobierna Bolivia desde 2006. Luego de 15 años, en los que se constituyó como el partido más importante de la historia política nacional, hoy atraviesa un proceso de división irreversible. Literalmente, está partido en dos. Esta división modificó el campo político tradicional entre oficialismo y oposición. Y alteró también las interacciones en los juegos de poder.

En estas nuevas interacciones tenemos, por un lado, a la facción evista,........

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