Era una noche de marzo de 2021. Estaba dichosa y no había nada que me pusiera de mal humor. Sin embargo, al promediar las 22:00, todo cambiaría. Comencé a sentir unos cólicos terribles y fui de emergencia al hospital.

Me llevaron de inmediato internada, pero en la ecografía no se veía nada. “Está todo normal”, dijo el ecografista. Luego, en la habitación, estaba junto a mí una mujer a punto de dar a luz.

Yo, que ya soñaba con este bebé, no dejaba de observar todo el proceso de esa mamá. Cuando volvió con su pequeñito en una cuna junto a su cama, su madre la acompañaba y le decía: “Ahora sí vas a conocer el amor infinito”. Mi corazón se entusiasmaba con la pequeña vida que crecía dentro de mí. Con sólo siete semanas, era un sueño.

Pasaron tres días, el sangrado pasó y me fui a casa con la orden de reposo absoluto y lo cumplí. Pero el destino quería algo diferente. La noche del 18 de marzo volvieron los cólicos, pero con muchísima más intensidad. Corrimos al hospital.

De inmediato me llevaron a la ecografía, parecía un televisor con estática. El ecografista ahora estaba mudo. Le pregunté: “Eestá bien mi bebé” y su prolongado silencio fue suficiente para que algo se quiebre dentro de mí. “La doctora le dará el informe”, respondió.

Salí de esa sala para caer en un profundo llanto. Mi pareja no tuvo que preguntarme nada, también se dio cuenta y sólo tomaba mi mano y me acariciaba la cabeza.

La doctora no demoró en llegar para confirmar que había sufrido un aborto espontáneo. Me indicó que debía quedarme para tener un legrado al día siguiente.

La noche no fue lo suficientemente larga para que llore todo lo que mi corazón necesitaba sacar. Al lado, en la habitación, otra mujer se preparaba para recibir a su bebé. Pero yo no quería escucharlo, no podía. Aislé el sonido para escuchar mi interior, un interior que en ese momento sangraba de sufrimiento.

La mañana siguiente me prepararon para el legrado y me llevaron a una sala fría y solitaria donde me preguntaba qué había fallado en mi cuerpo o conmigo. ¿Qué hice mal?

En el quirófano me durmieron y cuando desperté estaba tan sola como cuando entré, pero me sentía completamente vacía.

“Entre el 20 y el 30% de las mujeres con embarazos confirmados sangran durante las primeras 20 semanas del embarazo; la mitad de ellas presenta un aborto espontáneo. Por lo tanto, la incidencia de aborto espontáneo es de hasta alrededor de 20% en los embarazos confirmados”, apunta el sitio web especializado en información médica msdmanuals.com. Sin embargo, este un tema del que poco se habla y cuesta mucho explicar.

A esas alturas de embarazo, 20 semanas, muy pocas mujeres han comunicado la noticia a sus amigos o familiares. Entonces, deben informarla cuando ya lo han perdido y hay algunas que prefieren no decir nada, optan por sufrir en silencio.

Muchas personas no comprenden cómo se puede llorar por algo que no se ha visto y que ni siquiera tenía mucho tiempo en el vientre, se ha minimizado esta pérdida. Pero, cuando el embarazo es deseado, son ilusiones, sueños, metas que quedan vacías.

El corazón de una mujer ya no volverá a ser igual.

Y algo más de lo que no se habla es del mundo de temores con los que se enfrenta un nuevo embarazo. Al inicio de la gestación de mi bebé no quería ni siquiera ilusionarme por temor a volver a sufrir, andaba por la vida como con miedo a romper algo. Muy pocas personas sabían lo que había pasado, por lo que era aún más complicado comprender la batalla en mi mente.

Hablemos del aborto espontáneo. Ese luto también es verdadero.

QOSHE - Sufrir en silencio - Lorena Amurrio Montes
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Sufrir en silencio

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03.04.2024

Era una noche de marzo de 2021. Estaba dichosa y no había nada que me pusiera de mal humor. Sin embargo, al promediar las 22:00, todo cambiaría. Comencé a sentir unos cólicos terribles y fui de emergencia al hospital.

Me llevaron de inmediato internada, pero en la ecografía no se veía nada. “Está todo normal”, dijo el ecografista. Luego, en la habitación, estaba junto a mí una mujer a punto de dar a luz.

Yo, que ya soñaba con este bebé, no dejaba de observar todo el proceso de esa mamá. Cuando volvió con su pequeñito en una cuna junto a su cama, su madre la acompañaba y le decía: “Ahora sí vas a conocer el amor infinito”. Mi corazón se entusiasmaba con la pequeña vida que crecía dentro de mí. Con sólo siete semanas, era un sueño.

Pasaron tres días, el sangrado pasó y me fui a casa con la orden de reposo absoluto y lo cumplí. Pero el destino quería algo diferente. La........

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