Entiendo por confianza la fe ciega que se tiene en algo o en alguien, en la seguridad de que jamás fallarán éstos en la práctica de la decencia, la honorabilidad, la autoestima, manteniendo la más alta seriedad y respeto por los demás, cumpliendo fielmente lo que se dice dando lugar a que todos se sientan seguros en sociedad.

Un término que al que aludo con poca frecuencia es “democracia” (el gobierno de los mejores, el poder radicado en la ciudadanía), no porque esté contra ésta, sino porque con el devenir del tiempo ha sido ultrajada y desvirtuada al extremo de que hoy tenemos en nuestras narices “democracias autoritarias”.

Combinando la confianza con la democracia, diremos que lo contrario de la confianza, obviamente, es la “desconfianza”, es decir la falta de credibilidad, de fe, en una persona o en una institución, remarcando que la confianza debería ser el sustento de la democracia, porque una democracia que provoca desconfianza no es democracia.

En Bolivia, vivimos en un cuadro de enorme desconfianza: un Tribunal Constitucional Plurinacional al que grotescamente se lo denomina “custodio de la Constitución” cuando es el primero en violarla. ¿Se puede otorgar un mínimo de confianza a este tribunal sabiendo que comete atrocidades? Magistrados, jueces, fiscales, desprovistos de imparcialidad, de ilustración y de autoestima ¿podrán inspirar confianza?, ¿qué hacen los litigantes ante estos tribunales de la desconfianza? ¿Cómo enfrentan y resuelven sus asuntos? La tenebrosa respuesta la conocen la mayor parte de los abogados causídicos que saben cómo se arreglan estos litigios. El común denominador de este desastre se llama “inseguridad jurídica”.

¿Podrá la gente confiar en un Poder Ejecutivo que, de frente, domina por completo a los órganos Legislativo, Judicial y Electoral, que actúa ejerciendo mal gobierno sobre la base de la mentira organizada?

¿Habrá confianza en un Órgano Legislativo donde muchos de sus miembros no saben ni articular una palabra, la cual ha sido sustituida por el puñete, y que según confesión pública de una diputada, muchos de sus integrantes ingresan a las sesiones drogados y otros alcoholizados por lo que —dice— pedirá que se realicen estudios clínicos a los parlamentarios al ingreso de cada sesión, tarea sobrante dado que muchos de ellos se muestran públicamente con las mejillas abultadas conteniendo hojas de coca con sustancias químicas y otras parlamentarias —como la propia confesante— durmiendo profundamente en las sesiones sin saberse si es por el consumo de estupefacientes o de alcohol? ¿Habrá confianza en leyes aprobadas en un Parlamento a golpes de puño y con la insólita actuación del personal subalterno?

Se vive en una sociedad, en la que el vecino desconfía del vecino. No existe confianza en el empresario que solo está interesado en contar billetes. Se desconfía del policía que no se sabe si es tal o es un delincuente, del colegio donde jóvenes violan al compañero, hay desconfianza en el fútbol donde los partidos están “arreglados” de antemano y hasta parece que el narcotráfico ha incursionado, en el anónimo conductor del automóvil que se oculta tras los vidrios polarizados porque desconfía de los demás o porque él es delincuente, hay desconfianza en el empleado del aeropuerto que hurga tu maleta y te roba hasta tu desodorante, en la bella mujer que triunfa en el concurso de belleza y luego se descubre que es narcotraficante. Desconfianza a todo nivel, en los miembros de la pareja que contrae matrimonio, sólo a prueba, por desconfianza.

Políticos y partidos indignos de confianza pública en una sociedad en la que casi nadie lee ni estudia, que se mantiene idiotizada en medio de una vida hedonista y neciamente consumista y que tiene por información e ilustración los griteríos, mentiras y adjetivaciones lanzadas al por mayor en determinados programas televisivos, más mensajes estupidizantes en las redes sociales.

Una última pregunta: ¿alguien podrá atreverse a señalar a una institución o a un político que merezcan confianza ciudadana?

El autor es jurista

QOSHE - Confianza y desconfianza - Gonzalo Peñaranda Taida
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Confianza y desconfianza

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05.03.2024

Entiendo por confianza la fe ciega que se tiene en algo o en alguien, en la seguridad de que jamás fallarán éstos en la práctica de la decencia, la honorabilidad, la autoestima, manteniendo la más alta seriedad y respeto por los demás, cumpliendo fielmente lo que se dice dando lugar a que todos se sientan seguros en sociedad.

Un término que al que aludo con poca frecuencia es “democracia” (el gobierno de los mejores, el poder radicado en la ciudadanía), no porque esté contra ésta, sino porque con el devenir del tiempo ha sido ultrajada y desvirtuada al extremo de que hoy tenemos en nuestras narices “democracias autoritarias”.

Combinando la confianza con la democracia, diremos que lo contrario de la confianza, obviamente, es la “desconfianza”, es decir la falta de credibilidad, de fe, en una persona o en una institución, remarcando que la confianza debería ser el sustento de la democracia, porque una democracia que provoca desconfianza no es democracia.

En Bolivia, vivimos en un cuadro de enorme........

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