En España, siempre tan atenta a cualquier tontería trivial que ocurra en los Estados Unidos y a imitar la última moda cultural anglosajona, lo ignoramos todo sobre Portugal, la otra nación con la que compartimos este pequeño rincón periférico de Eurasia. Porque constituye un proceder muy típico de los nuevos ricos eso de dar desdeñosamente la espalda a los que se considera por debajo del estatus propio. Y España es un país de nuevos ricos; de ahí la absoluta indiferencia con que aquí se han vivido las elecciones generales del domingo en el Estado vecino.

Algo, ese altivo desdén tan nuestro, que no sólo constituye una estupidez, sino también un error para quienes quieran entender las tendencias profundas de la propia política española. Cuando todo el mundo estaba segurísimo de que el PP iba a ganar la Moncloa, los que dijimos lo contrario estábamos mirando a Portugal. Porque en Portugal ya había ocurrido unos meses antes lo mismo que luego se repitió en España. También allí las encuestas esparcieron durante semanas el pronóstico unánime y machacón de que la derecha iba a desplazar del poder a la coalición de izquierdas. Y a la hora de la verdad, pasó lo contrario por el miedo a Chega! (¡Basta!), el nuevo partido de la extrema derecha, de un sector estratégico del electorado; exactamente lo mismo que ocurriría en Cataluña con Vox durante la votación de julio.

Ahora, Chega! va a constituirse en el genuino triunfador moral de los comicios. Y su éxito se basará en haber logrado atraer a un porcentaje notable del antiguo electorado socialista; o sea, justo lo que Vox ya ha demostrado con creces que resultará incapaz de lograr jamás. En Portugal, el populismo de derechas suma; en España, por el contrario, únicamente resta; allí, es útil para la causa de su bloque electoral; aquí, hace mucho ruido, la especialidad de la casa, pero al final siempre se revela contraproducente para los intereses del espacio de la derecha. En Portugal, Chega! sirve para ganar. En España, Vox sirve para perder. Hay tanto que aprender en Portugal.