No me cabe la menor duda de que la mayor parte de la gente que va a manifestarse a las sedes del PSOE lo hace con la mejor de las voluntades, con la preocupación por España que es lógica en este momento y con el ánimo pacífico que suele reinar en todas las movilizaciones de la derecha española, muy inclinada al orden y por lo general incómoda en la estridencia, sobre todo si dura más de una mañana.

Dicho esto, también me parece obvio que hay gente en esas concentraciones que busca otra cosa: lucimiento personal, una presencia política que no puede obtener de otro modo o incluso beneficiar al Gobierno que puede pescar en el río revuelto de un desorden callejero en el que, además, la izquierda suele ser mucho más habilidosa. Y encima ellos tienen medios –muchos– que se sienten comodísimos en la algarada irracional.

Como ven, estoy lleno de contradicciones con este tema. Ahí va otra: manifestarse frente a la sede de un partido político me genera un rechazo visceral, es algo que se me atraganta. Pero por otro lado, no puedo dejar de ver cierta belleza poética en que esto les ocurra a los que se echaron a la calle el 13M y rodearon Génova en mitad de una jornada de reflexión, por citar sólo una ocasión de muchas. Además, está claro que esto no es lo mismo que aquello. Pero aun así siempre he dicho, y lo digo porque lo pienso, que la derecha no puede vencer a la izquierda imitándola: tenemos que ser mejores y eso implica que no hagamos el uso que ellos hacen de la ley del embudo. Dicho de otro modo: lo que critico de un lado no me puede parecer bien en el otro, yo no soy un relativista moral como los que hoy dicen amnistía ni hablar y el mes que viene amnistía es lo mejor.

Pero más allá de estas contradicciones personales que les estoy confesando, lo que está ocurriendo estos días tiene una lectura que es importante hacer: hay un cabreo callejero importante en una parte nada despreciable de la sociedad española. Y bienvenido sea ese enfado, porque está más que justificado ya que vivimos una situación excepcional de la que algunos venimos alertando desde hace tiempo: lo que está ocurriendo no es el nacimiento de un Gobierno normal que podría no gustarnos nada pero moverse en los márgenes de la Ley, lo que está a punto de pasar es que van a volar la democracia.

O al menos una parte esencial de la democracia, tanto o más que el sufragio universal. Como ha advertido el CGPJ en su excelente declaración institucional: lo que Sánchez y los suyos están intentando poner en marcha "no es compatible con el Estado de derecho". Ni más ni menos.

Parece que por fin una parte importante de la sociedad se ha dado cuenta de lo que están a punto de arrebatarles y está dispuesta a salir a la calle a defenderlo, pero ese cabreo tiene que canalizarse de la forma adecuada, que sea útil al bien y no al mal. Los partidos de la derecha pueden estar seguros de contar con el apoyo de muchos ciudadanos, las movilizaciones que planteen y apoyen serán masivas, lo están siendo ya, y es hora de que toda esa gente que hoy va a aquí y mañana allí se deje de pequeñas algaradas callejeras y se reúna en una manifestación impresionante, que llene Madrid y le diga a Sánchez, a la Unión Europea y al mundo lo que está pasando y, sobre todo, que los españoles no queremos que nuestro país se convierta en otra Venezuela.

Cada día estoy más seguro de que podemos evitarlo, pero como todo en esta vida hay que hacerlo bien y, sinceramente, no estoy nada seguro de que lo que está pasando vaya en la buena dirección.

QOSHE - El cabreo callejero - Carmelo Jordá
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El cabreo callejero

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08.11.2023

No me cabe la menor duda de que la mayor parte de la gente que va a manifestarse a las sedes del PSOE lo hace con la mejor de las voluntades, con la preocupación por España que es lógica en este momento y con el ánimo pacífico que suele reinar en todas las movilizaciones de la derecha española, muy inclinada al orden y por lo general incómoda en la estridencia, sobre todo si dura más de una mañana.

Dicho esto, también me parece obvio que hay gente en esas concentraciones que busca otra cosa: lucimiento personal, una presencia política que no puede obtener de otro modo o incluso beneficiar al Gobierno que puede pescar en el río revuelto de un desorden callejero en el que, además, la izquierda suele ser mucho más habilidosa. Y encima ellos tienen medios –muchos– que se sienten comodísimos en la algarada irracional.

Como ven, estoy lleno de contradicciones con este........

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